jueves, 22 de diciembre de 2011

No vuelva la semana que viene. No es necesario...

“… es que mi espacio fue más allá de los pasos que pude dar en él, o cerrar o no la puerta de mi habitación. Acumulé una sarta de pensamientos que lloraban por expandirse en mi territorio, pero estaban bloqueados y hasta algunos se negaban a salir en esas condiciones. No tuve espacio dentro mío. No podía ni ver la lluvia porque los ojos estaban dentro de mi departamento ocupados observando los rostros de los demás y mis oídos funcionaban como imanes. Dormir era una oportunidad de escape, pero al levantarme no lo complementaba con nada, más que con la diaria atracción de los machaques necesarios de quienes sí tenían el espacio para caminar. Ellos expandían sus pensamientos en mis metros.
Siempre me gustó ver la lluvia en la ciudad y caminar sin paraguas… Todo esto que digo, usable o no para usted, es porque el machaque interno logró inflarme las pelotas.
Durante aproximadamente tres o cuatro meses, lo único que hice fue escarbar en la disidencia ajena a pedido de los ajenos. Empecé como un receptáculo de autoayuda para terminar siendo una bolsa de arena en un gimnasio. Me cagaron a golpes y yo sin brazos no devolví ninguno. Pero está bien. Era mi deber, mi obligación y mis ganas conjuntas de funcionar así. Negarme a eso hubiera sido miserable. Pero continuarlo también. Hasta desleal, le diría…
Muchas veces dije que mi hartazgo no tiene fin. Le puedo asegurar que es mentira. Me hincharon tanto los huevos que lograron desarticular mi eterna y apacible capacidad de escucha. Supongo que es necesario aclararle que no es a ellos a quien culpo, sino a la desenfrenada acumulación y exacerbada autonomía para abrirme la puerta de mi silencio. Todo proceso de acompañamiento tiene su "crossover" individual. Yo a usted le puedo prestar mi casa y mi oído, pero usted demuéstreme que mi mente no es suya y que su lugar está por aparecer.
Pasé a ser una especie de renovación cabizbaja que se asoma despacio para (supongo) terminar erguido. Ya sé que es una contradicción resolver mi problema utilizando sus oídos como imanes y su espacio cómo expansión de mis pensamientos. No lo mencione, por favor.”

El muchacho se puso de pie luego de la sesión, le dio la mano al psicólogo y tras el apretón escuchó:
-          No vuelva la semana que viene. No es necesario.

Se fue del estudio sin agachar la cabeza, bajó las escaleras mientras se rascaba los cachetes con las dos manos, llegó a la puerta del edificio y salió mirando el cielo. Posó los ojos en las nubes y comenzó a llover. Nunca usó paraguas. 




                                                                                                                          
                                                                                                          Horacio Verwhisky.

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