domingo, 5 de diciembre de 2010

El pasado es lo que estás (vol)viendo...

- Ayer cuando caminaba hacía una puerta que se me cerró hace mucho, pensaba que la necesidad no es otra cosa que un engaño del presente, - me dijo un triste hombre sentado en el medio de la nada.- Se combinan las ganas de estar con alguien - continuó -, sólo que el espacio y el tiempo conjugado no son los que corresponden. Anoche debió ser otro año. Y ella otra persona.
Con esta sentencia, fruncí el entrecejo y decidí pedirme una cerveza.

El inodoro gigante se va llenando de a poco, mires donde mires hay gente. Mientras más personas llegan, más se oscurece el día. A las 21 en punto, se apagan las luces, no se oyen más que alaridos y aplausos, yo, incrédulo, me agarro la cabeza y experimento una alegría ignorada por toda mi existencia previa. Estoy entre 45 mil seres, en el espacio y tiempo adecuado. Aquel que esté “sin Ella” lamentándose, no es mi problema.

- La necesidad imperiosa de estar con alguien cuando quedamos desolados, sin importar con quien, es una excelente manera de engañar nuestra percepción. – Escupió estas palabras justo cuando llené mi vaso. Fondo blanco.-
Cual choborra busca bajar la tristeza en manos de una docena de botellas, el sobrio (ebrio sentimental), canaliza su bajeza en los brazos de una persona que fue parte de un infierno efímero, poniendo en riesgo, más aún, su pesar.

Se prenden las luces del escenario, y se agiganta su figura, mi felicidad no disminuye un segundo, mucho menos mi incredulidad. Debo ser el único de los 45 mil presentes que no grita (¿o sí lo hice?). Primeros acordes: Venus and Mars. Todo dicho, aunque esto recién empieza. Tal conglomerado de gente, aullador, fanático, agradecido, amante, liberal, desinhibido, fue producto de la revolución cultural más grande en la historia de occidente.

- Anhelamos recibir cariño de quien realmente amamos, pero ante la imposibilidad, llamamos al pasado y confundimos sus ojos con otros, aunque sea por una noche.
Ayer, mi derrapado amigo, tocó el timbre de una puerta que se le había cerrado hace tiempo (vale decir “infierno”, “abismo”, “tártaro”), pensó que lo que estaba haciendo no era malo, porque su propuesta de un reencuentro fue aceptada silenciosa pero decididamente, sin ahondar en lo que se haría, sabiendo que la idea de un reencuentro sexual estaba en el aire por más que esa dueña de un momento particular en su vida (el diablo, según entiendo) tratara de atajar tal posibilidad con actitudes y comentarios frívolos y estúpidos, cosa que seguramente a él, no le interesaba. Quería un encuentro a como de lugar. Recalcitrante el muchacho.

Rock show y luego Jet, en el tercer tema la piel ya era de gallina, Paul Mccartney me tiró en la cara 48 años de revolución cultural como si yo fuera un hombre de hierro capaz de soportar semejante golpe. Te dije que no podía creer lo que estaba viendo. Son esos momentos en los que la cordura pactada recibe una patada en el culo y la masificación del delirio es la única realidad social posible. Al fin y al cabo, vivimos dentro de contextos, nosotros los creamos.

Confieso que no se que haría yo en la situación de mi golpeado historiador, caminar entre las mezclas podridas de los años anteriores con un presente doloroso sería una incomodidad extrema para mí, porque no me banco ni un minuto de congoja.
Buscando desligar la tensión que se generaba de tanto en tanto entre ellos, el susodicho quería hacerle saber que si pasaba algo no era más que físico, nada sentimental, como si de verdad pudiera manipular algo de sentimentalismo en el estado que se encontraba. Un trapo de piso usado con ánimos de limpieza intactos.

Y llegó el cuarto tema All my loving, primera gloria Beatle que sonó ese miércoles 11 de noviembre. Todo mi amor, ese hijo de puta sabe de lo que habla, y se ríe. Ver a un beatle tocar un tema beatle es como ver a Fidel contar sus días en la Sierra Maestra. Pocas veces la historia y nuestras experiencias se nos manifiestan con una sonrisa.

No podía controlar ninguna situación, quería estar con esa mujer para aplacar un poco su melancolía, recibir un poco de cariño desinteresado, y poder poner un cierre de buena manera si se quiere a lo que vivieron hace unos años, aunque en su interior, eso sonaba más a una excusa que otra cosa. Ella, por su lado, no cambiaba la cara de ojete.

Semejante experiencia hay que desmenuzarla en partes. Una cosa es Mccartney sonando a Wings, otra es homenajeando a los Beatles y hablando de John y George, glorificando sus creaciones, otra es verlo solo con la acústica partiendo el aire en dos con Blackbird, Here today y Yesterday, levantando 45 mil almas con la garganta y hacernos sentir un lágrima gigante, y otra muy diferente es verlo sentado al piano. Paul ante las teclas es un poema magnífico. Si te gusta la poesía tal vez llegues a tener una idea de lo que hablo.

No pasó nada, tal vez la interrupción de la hermana alivió las cosas para Ella, o la marcada lentitud de mi amigo para llenar el sello de tinta desvaneció la penosa velada; el tema es que este errante se fue con otra sensación de fracaso y ésta idea recolectada: “No puedo manejar una relación y llevarla adelante sin sentir que hay lejanía por parte de ellas. Mis caminos de angustia y dolor deben llevarme a un egoísmo temerario.
Hoy en día, pretendo disminuir la necesidad de compañía mezclándome en vidas anteriores. Si ayer tuvo que ser otra persona con quien debía haber estado, hoy sé a quien quiero al lado, pero el querer es efímero si se compara con el deber. La sensatez y el sentimiento no van de la mano”. Dijo mientras me tapaba la nariz del olor a mierda que largaban sus palabras. Me bajé lo que quedaba del vaso y sonreí; “algunos no saben como usar el pasado y descienden a través de él”, le respondí.

Tras casi 3 horas de constante agasajo, dijo Adiós; Paul partió quién sabe a donde, y yo me quedé un rato ahí sentado, pensando, razonando, con la piel de gallina, los ojos a punto de ceder y la felicidad intacta. 48 años de historia me acaban de pasar por encima. Es la primera vez en mi vida que vuelvo al pasado y éste no me deja solo. Todos los desencuentros deberían conducir a Mccartney...

Horacio Verwhisky. 

2 comentarios:

  1. Me gustan varias cosas de Horacio Verwhisky más que las últimas letras del apellido

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