domingo, 27 de febrero de 2011

DO-MI-ngo: CASH vive...

                                                  Ain´t no grave: Johnny te TUMBA...
                                                            

viernes, 25 de febrero de 2011

úlTIMO de Feb: Final DE ray-MUNDO. Los TRaidorES siguen...

La última entrega sobre Raymundo Gleyzer es devastadora, actual, idealista, triste y... ¿esperanzadora?. La visión de un artista revolucionario (porque la revolución está en la cultura misma, decìa Yoni despuès de cagarse a piñas con los troscuadrados que lo tildaban de "reformista") en épocas de persecución, miedo y traiciones es una de las cualidades más brillantes de este hombre; y digo "unas.." porque no es la que encabeza la lista. El Raymundo humano, familiar, buen tipo, gracioso y amistoso se lleva todos los laureles. Gleyzer tuvo unas pelotas y una cabeza más grandes que mucha de la izquierda argenta y con LOS TRAIDORES demostró lo que es realmente llevar un ideal y una causa justa de lucha. Acá va, en palabras de nuestro amigo Martín Gruttadauria, la tercera y última parte de esta semblanza-homenaje a uno de los más grandes artistas que dio Argentina para el mundo. 

Pero antes, en otro escupitajo a la moral, el editor de esta nota Agite y el autor Gruttadauria, en una charla de café, tiran abajo un mito creado por y para revistas pos-modernas: Lars Von Triers y su cine  "dogmático". Lo que hiciste vos, lo hizo Raymundo solito... 

CHARLA DE CAFE CON EL EDITOR
Grutta: En Dinamarca todos joden con el gil de Lars Von Triers, lo tienen como el gran revolucionario del cine, y lo único que el tipo hizo fue robar ideas y ponerlas en reglas, y lo llamó "dogma".
Agite: -Y qué sé yo, a mi me gustaron algunas pelis, como La celebración, aunque no es de él se basa en el dogma y es interesante lo que propone. Además aunque no te guste puso al cine independiente en la mira.
Grutta: -¿Independiente? Del club independiente puede ser ese puto, bah ni eso... lo que propone no lo inventó sino que lo copió, para no irse muy lejos, el cine latinoamericano de hace 30 años atrás se hacia justamente de la forma que el supuestamente propone; el uso de la cámara en mano, el sonido directo, el uso de escenario naturales, bla, bla, bla; además es un burgués pedante que se cree que la tiene re clara.
Agite: -¡Ja! Con su caviar y sus vodkita, lo decís por las 5 obstrucciones...
Grutta: -Es un ladronazo, por ejemplo, mirá Raymundo, el loco hacia todas esas reglitas boludas del dogma, y además de eso ponía su vida en peligro cada vez que salía a filmar -dejaba la vida en cada película y no macana- y no solamente eso, sino que además la gente que después iba a ver sus películas, también arriesgaba su vida estando en esas proyecciones clandestinas... ¿vos cuanto pagarías para ver una del danesito? ¿arriesgarías la vida?, ya con eso no hay punto de comparación... eso es hacer cine independiente, y tener publico independiente.
Agite: -Bueno, poné eso en la nota que queda de Raymundo que me gusto la idea.
Grutta: -Pero, ¿Cómo carajo engancho a Lars Von Triers con Raymundo?
Agite: -No sé, ese no es mi problema, pero esto lo ponés, arreglátelas vos, y anda apurando con la notita, que tengo que mandala a Siete Pasos, ¡Mamón!


 Por Martín Gruttadauria (Cineasta).

Toda obra de arte, en mayor o menor medida, refleja o expresa el contexto en que se desarrolla el artista, esto es una cualidad intrínseca e inevitable. En la Argentina del 72, cuando Raymundo Gleyzer encara la filmación de Los Traidores, había mas de 15 años de proscripción peronista, tras goriladas y dictaduras, los golpes militares no eran novedad, y se adivinaba la intención de que Argentina siga dominada (intención de afuera y de vende patrias locales), la lucha estaba en el aire, en la calle, los milicos y el pueblo que se resistía y se organizaba, revolución y represión, los fusilamientos, el sueño de la liberación nacional... y en este clima, los sindicatos (que empezaban a pudrirse) y su burocracia, jugaban un papel fundamental. Raymundo que no veía en el cine una mercancía, y va más allá, se larga con Los Traidores. El cine era su militancia, y sobre todo, su lucha. Y como en esa Argentina del 72 no era necesario explicar la explotación y alienación que producen el capitalismo y el peligro de entregar el país y sus recursos naturales y demás, porque había una sociedad mas atenta y mucho mas politizada (con la clase obrera y estudiantil, movilizadas y en constante lucha). Raymundo solo “muestra” esa realidad. Es decir, no tiene que explicar por que hay que luchar, ni el porque de esa lucha. Y parte de esa lucha, es para con los traidores sindicales. Así, Los Traidores, es una de las pocas películas –sino es la única- que indagó y profundizó con audacia y valentía el “accionar” de la CGT, y parte de su política corrupta y mafiosa, como así también lo que era la derecha peronista (contraria a la izquierda peronista, con la que Raymundo se relacionaría para poder filmar y proyectar su film), en una época bien peligrosa. Cruzando la ficción y el documental (actores y argumento de ficción, rigor histórico y “neorrealismo”, fragmentos documentales y “puesta en escena” documental); si se quiere, el “registro” de la película es ficciónal, pero en su contenido es un documental.
Raymundo retrata, en forma no lineal alternando presente y pasado, la historia de un burócrata sindical llamado Roberto Barrera, capo metalúrgico, de bigote y siempre en su Torino blanco. Desde sus comienzos como delegado honorable, militante y jugado, hasta convertirse en un cínico representante de los intereses patronales, negociador, simulador... y traidor, enemigo del pueblo y “adicto” al poder (cualquier similitud con los gordos de campera de cuero de hoy en día, no son casualidad). Este personaje ficticio, esta determinado por una síntesis de dirigentes sindicales reales (la metalurgia, el bigote y el Torino, hacen alusión a José Ignacio Rucci, un dirigente sindical de la época, “icono de traidor”). En el contexto de aquellos años, la sociedad se preguntaba: ¿qué hacer con la burocracia sindical?, ¿qué hacer con los con “los traidores”? La respuesta estaba en el aire y podía leerse (incluso Raymundo no creía en ella), no había discusión. La respuesta era matarlos.
Durante varios meses Gleyzer y Álvaro Melián, (co-guionista) llevaron a cabo una exhaustiva investigación y entrevistas a obreros, sindicalistas, jefes de personal, gerentes, empresarios; y fueron determinando el argumento, las características principales de los personajes, y el vocabulario y léxico de estos. Cada línea del guión pertenecía o estaba relacionada a los sindicalistas más fuertes del momento (Lorenzo Miguel, Rucci, Vandor), o bien a alguno de los entrevistados. Hay en la película, una constante cita de lo que ocurria en la realidad (desde lo “sonoro”, y desde lo “visual”). Con respecto a la imagen lograda en la película, muy cercana a la estética documental, juega un papel fundamental el modo de producción: el hecho de no utilizar luces, de trabajar en los escenarios naturales de una Buenos Aires cotidiana, de pautar los textos y diálogos alentando a la improvisación, el trabajo con no profesionales, y también el uso de cámara en mano y sonido directo. Todos estos aspectos apuntaban a uno de los principales objetivos de Raymundo y su cine: no distanciar al espectador con formalismos. En este caso, buscando la identificación con el.

El film se rodó en 16mm, de forma totalmente clandestina y arriesgando la vida, entre junio y octubre del 72. Nadie sabía los lugares exactos de filmación, la producción se encargaba de buscar a los actores en lugares y horarios pactados, hacer cambios de coches y juntar a todo el equipo en la locacion. Nadie cobró nada, solo lo mínimo para algún transporte, y en el equipo cuando alguien no podía ir, otro tomaba su lugar. En ocasiones se rodaba durante todo el día, se dormía una 4 o 5 horas, y se seguía filmando. Bill Suman, su productor norteamericano, recuerda que el equipo gastaba muy poco dinero y que trabajaba muchísimo: “tanto como nadie que yo recuerde en mi vida”, y con esta película, demostraron que todo es posible, se descubría que se podía filmar si se tenia determinación (y huevos... no olvidemos la época).
La madre de Raymundo (que aparece en un par de escenas), obviamente temía por la vida de su hijo, y le advirtió de los peligros que tenia decir la verdad en esa época. La respuesta de Raymundo fue:”mira mama, yo se de `los traidores, que clase de persona seria sino lo digo? yo quiero decir la verdad. Todo lo que yo se y pienso lo voy a decir con el cine”. Raymundo, no se desvió del camino.

Raymundo filmaba y burlaba la censura y la represión, sacando los rollos con pilotos de Aerolíneas Argentinas y enviándolos a Bill Susman, ya que el material no podía revelarse en los laboratorios argentinos, era la época de Lanusse y sabían lo que se revelaba y se veía. Había peligro de ser arrestado en la filmación, había peligro en  revelar, había peligro en decir la verdad.
Entonces, Gleyzer entregaba unas valijas con la latas a los pilotos, con quienes había entablado una relación de camaradería, algo típico en el; estos no sabia que había en la valija pero cada dos o tres días, llevaban el material a Bill. Este recibía el material y enviaba una nueva valija vacía para el siguiente material. Revelaba la entrega, la chequeaba y comunicaba a Raymundo si todo estaba bien. Con condiciones de producción mínimas y muy pocos medios técnicos, Raymundo Gleyzer junto a su equipo, se metían en las casas de gente común, Los decorados eran sus casas y  sus lugares de trabajo, y junto a ellos daban vida a la película.  El mismo “seleccionaba rostros” de gente que el equipo buscaba en villas y fabricas, y la actuación quedaba en manos de “actores profesionales”, y los actores reales, los de la vida. Se rodaron unas 80 escenas diferentes, inventando excusas para burlar a la represión, que eran de un programa de TV, un comercial, un cortometraje, lo que fuera. Al trabajar en estas condiciones, los actores no solo se involucraban en lo “meramente artístico”, sino que había una conexión en el sentido ideológico, político y de lucha que se respiraba en todos lados.

Otro factor a destacar de esta producción, es el uso del humor. Ken Loach (el realizador ingles) insiste en que “el humor es fundamental para lograr un retrato social que se pretenda auténtico”. Ya en aquella época Raymundo había sentenciado: "Yo creo que es una gran carencia del cine latinoamericano, del cine político latinoamericano, la falta de humor. (...) El cine latinoamericano todavía está por descubrir el humor, y es un campo muy grande para desarrollar".
El humor, en dosis de sátiras mordaces, dadas por referencias humorísticas cotidianas de aquellos años,  facilitaba la participación del espectador involucrándolo directamente.

Raymundo tenia una constante en su cine, la contrainformación, su obra era un vehículo que canalizaba toda esa verdad que “la versión oficial” omite, niega y oculta. Su obra era “la voz de los sin voz”, y su fin era el cambio hecho en praxis, por eso su cine no podía desligarse del debate. Era necesario el debate con el pueblo. Y como el pueblo no iba al cine, entonces Raymundo decidió llevar el cine al pueblo. Así, en 1973 crea el grupo “Cine de la Base”. El cine debía llegar a sus protagonistas, los obreros, los campesinos, los desposeídos de la tierra, los oprimidos...
Por aquel entonces el cine instalaba el mismo tipo de “censura disimulada” que instaura en la actualidad: el problema de la distribución-exhibición.
No alcanza con filmar una película, porque después no se la podes mostrar a nadie. Raymundo, que ya había sufrido la censura con “México, la revolución congelada”, determina la necesidad de grupo de distribución-exhibición. La función de Cine de la Base era distribuir los materiales que se producían, principalmente “Los traidores”. Raymundo no tenia acceso al cine comercial, y si se quiere tampoco le interesaba, ya que el quería que el cine fuera a la base, al pueblo, y la base no iba al cine. Raymundo quería que la película se viera en las villas, en los sindicatos, que la vieran los sectores populares, y también en universidades y facultades (hay testimonios que hablan de proyecciones para mas de mil personas!!!).

Cine de base comienza a operar y proyectar en cualquier lugar y fuera de Buenos Aires también: La Plata, Córdoba, Rosario, Tucumán, Bahía Blanca, Trelew, Corrientes y Resistencia... se organizaban proyecciones para el debate; se programaban principalmente "Los Traidores" junto a "Informes y testimonios", y "Operación Masacre" de Cedrón basada en la novela de Rodolfo Walsh. Al terminar la película, se daba lugar el debate –sin bajar ningún tipo de línea-, y entonces se podía apreciar en acción el poder de “Los Traidores”,  la gente se identificaba e identificaba a los personajes, y tenían lugar discusiones políticas “inteligentes” y realmente valiosas, porque ya no se trataba de peronistas y anti-peronistas, sino de plantear nuevos caminos. La gente capitalizaba la acción. Raymundo y Cine de base se convertían en  mediadores que  hablaban a través del cine
En la actualidad, luego de ver la película uno comprende que las estructuras del sindicalismo corrupto de ayer, hoy siguen intactas. Y que Los Traidores de ayer, son los mismos que los de hoy. Al ir terminando la nota,  me pregunto (y me siento tan cobarde, ¡Es que me faltan tantos huevos!) ¿Habrá que matarlos?.
Cine de base se iba expandiendo más y más. La idea era crear una red que llegara a todo el interior del país, y que funcionara también como una distribuidora. Pero  las cosas se pusieron cada vez mas jodidas en el país, el compromiso de Raymundo se hacia cada vez mas grande. Tenía la intención de formar una cadena de “cines” dentro de las villas, solo con lo necesario: proyector, un techo y bancos. Nunca llegó a concretarlo. Hacia 1975 la Argentina el funcionamiento de la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina - organización terrorista de extrema derecha) estaba a pleno. Raymundo es un blanco móvil, él era Cine de Base, era un verdadero símbolo del grupo. En 1976 viaja a New York por trabajo, la filmación se demora y Raymundo vuelve la Argentina. El 27 de mayo iba a encontrarse con un amigo, pero nunca llego... Raymundo había sido secuestrado. habían allanado tras romper la puerta y en su interior estaba todo roto y revuelto. Raymundo Gleyzer nunca más volvió a aparecer. Fue secuestrado en la puerta del Sindicato Cinematográfico Argentino (SICA) y permanece desaparecido hasta hoy. Se cree que Raymundo estuvo en el centro de detención clandestina El Vesubio y también en el destacamento Güemes, cerca del barrio de Ezeiza. Detenidos que lograron sobrevivir al horror de la tortura y la represión han relatado que los militares torturaron salvajemente a Raymundo, y que en sesiones de tortura le habrían cortado los ligamentos de los pies y  habría quedado ciego.
Quienes conocieron a Raymundo, el padre, el amigo,el amante, el “cineasta  independiente” apasionado, el revolucionario, el intelectual; al Raymundo lleno de contradicciones, miedos, angustias,  alegrías y mucho amor por el cine, hablan de un hombre de esos que pocas veces regala nuestra especie. Sus amigos y colegas cuentan que había mucho cariño en lo personal y mucha pelea a la hora de filmar. Es lo que pasa con los hombres apasionados,  Raymundo era difícil, podía ser irónico, jodido, y hasta hiriente. Pero dicen que reconocía sus errores, y que los arreglaba con una ginebra. Cuando hacia algo mal, hacia una visita y regalaba una botella de ginebra... esa era su forma de pedir perdón (¿hay otra mejor?)
Raymundo supo hacer cine político sin caer en el “panfletismo”. El cine no era un simple marco de consignas, su cine era CINE, y su verdad era LUCHA. Raymundo se fue y difícilmente alguien pueda reemplazarlo; y hay que reconocer que a quien conozca su obra y sepa o adivine algo de su vida, difícilmente no se le escape un lagrimón...
Raymundo Gleyzer: ARTISTA, REVOLUCIONARIO, Y APASIONADO CINEASTA INDEPENDIENTE. PRESENTE!!



lunes, 21 de febrero de 2011

6º dE FEBrero; En la LUZ: Poder, Misterio y SOMBRAs.

En un movimiento tan audaz como veloz, cual "Pájaro" Caniggia en la copa América del ´91, Siete Pasos al Paradalso se metió de prepo en el baúl oscuro de nuestro amigo Rodrigo "monje negro" Cura y entre fotos añejas, escritos esotéricos, cartas de mujeres despechadas, botellas vacías y libros antiguos de filosofía, dimos con el manuscrito "EN LA LUZ: PODER, MISTERIO Y SOMBRAS", libro de su autoría, próximo a salir, sobre LED ZEPPELIN
Escondiendo el hallazgo debajo del sombrero, nos retiramos de su morada y sin consultar con la moral, publicamos aquí un capítulo de semejante obra.

Gracias Monje por hacerte el gil y disimular la caída de la llave de tu baúl frente a nosotros cuando fuiste a servirte otro trago de jerez!!...



Surgimiento (1968/1969)



Con Yardbirds disueltos, el guitarrista Jimmy Page se recluye en Pangbourne, su refugio fluvial de la ribera del Thames. Mientras, estudiaba las posibilidades que se le presentaban: como dueño de los derechos del nombre Yardbirds, Page podía seguir indefinidamente bajo el nombre; y por otro lado, ya se había programado para septiembre una gira de nueve fechas por escandinavia.
Sin embargo, y ya desde antes de la separación del grupo, tanto Page como Grant habían empezado a delinear ideas para otro proyecto, un proyecto mucho más ambicioso: el de una banda adecuada para la recién llegada era del underground y las influyentes emisoras de FM norteamericanas. Las radios ya estaban emitiendo constantemente discos completos de grupos nuevos y era allá donde podían encontrar la fama, el prestigio y el dinero. Page no sólo quería cumplir con los compromisos, había estado desarrollando varias ideas para crear una música nueva y original. Una música de poderío instrumental y vocal, eléctrica y pesada pero combinada con partes suaves y secciones acústicas. Fuerza y delicadeza, dinámica, luces y sombras. Page consideraba que debía existir un punto de equilibrio entre esos dos mundos. La herencia del blues debía transformarse en efectistas y catárticos ‘tour de force’ cargados de pura emoción, con extensas improvisaciones y la voz líder vibrando en simpatía con la guitarra. Para lograr los climas de contraste, Jimmy pensaba combinar ello con el folk británico, del estilo de Pentangle (del escocés Bert Jansch, su mayor influencia en guitarra acústica), y con el espíritu experimental y psicodélico de la costa oeste norteamericana: largos y voladísimos pasajes instrumentales, búsqueda de sonidos/texturas exóticos... Muchas de las ideas habían sido experimentadas con éxito por bandas como Cream, Jimi Hendrix Experience, Traffic, y el grupo de su amigo, Jeff Beck Group. Pero consiguiendo los músicos necesarios, pensaba Jimmy, podía expandir la fórmula y llevarla a nuevos terrenos. Así se lo hizo saber a su gigantesco y férreo manager, Peter Grant, quien tenía mucha confianza en Page y enseguida puso manos a la obra. 
Page y Grant también eran conscientes de que tocar “música pesada” era hacer dinero fuerte en Norteamérica. Esa música era adorada en Estados Unidos. El grupo que más vendía era Iron Butterfly: su álbum In-A-Gadda-Da-Vida, basado en el blues, les aseguraba largas temporadas en las listas de éxitos. Otra banda destacada del momento que también basaba su música en el blues, pero combinándola con pasajes menos recargados, eran Vanilla Fudge. El suceso que el grupo de Jeff Beck estaba cosechando en sus conciertos del Fillmore East ese 1968 les dió luz verde a Page y Grant para llevar adelante su proyecto. Por su lado, G (quien estaba casado y con un hijo y una niña en camino), aspiraba a algo más ambicioso que el mero hecho de hacer dinero, y no quería tener que volver a trabajar con los rentables pero volátiles proyectos del mercenario productor Mickie Most.

Un día del verano londinense de 1968, en pleno agosto, los cuatro músicos se reunían por primera vez para ensayar; el lugar: el pequeño sótano de una disquería de la calle Gerrard Street, donde hoy es el Chinatown (Barrio Chino) de la ciudad. Bonzo estaba en las nubes, no podía creer estar en la banda de una estrella tan sofisticada como Jimmy Page. Robert se imaginaba que John Paul Jones, descrito por Page como “un veterano de los estudios” sería “un señor mayor con sobretodo y pipa”. Así rememoraba el bajista como fue el primer ensayo de Led Zeppelin: “La primera vez nos encontramos en esa pequeña habitación para ver si podíamos soportarnos mutuamente (…) Estaba lleno de equipos Marshall que cubrían la pared, todos viejos y malísimos, y un hueco para la puerta. Así que Jimmy dijo: “Bueno, acá estamos: ¿Qué vamos a tocar?”, y yo dije: “No se, ¿vos que sabés?, y Jimmy dijo: “¿Sabés un tema que se llama The Train Kept A Rollin’?”, yo dije “No”, y él dijo: “Es fácil, simplemente sol y la”. Contó cuatro y la habitación explotó (…) Empezamos a sonreírnos como idiotas: “Yeah man, eso es. ¡Esto sí que va a funcionar!...”

Ya desde esos primeros momentos tocando juntos sintieron la química y la potencia brotando como un torrente de energía incontenible. “Fue totalmente obvio desde el primer tema que la cosa iba a funcionar”, continúa Jones, “y llegó a funcionar infinitamente mejor de lo que nadie pudiera haber imaginado”. Después de años de tránsito por los intrincados caminos de la música era la primera vez donde cada uno de ellos se codeaba con verdaderos pares musicales. “Nunca había estado tan excitado en mi vida…”, diría Plant rememorando aquel primer encuentro. “Aunque todos veníamos del blues y del rythm & blues, en esa primera hora y media de ensayo encontramos nuestra propia identidad. Descubrimos algo con lo que teníamos que ser muy cuidadosos o de lo contrario podíamos perderlo”. Los cuatro miembros de Zeppelin siempre usaron el mismo término para describir aquel encuentro: magia.

Todo fue más relajado una vez aterrizados en el calor subtropical de Los Angeles. Plant rondaba por Sunset Strip sin remera asombrado que los lugareños lo encontraran normal. En el célebre nightclub Whisky A-Go-Go los Zeppelin hicieron temblar West Hollywood las tres noches (2, 4 y 5 de enero), con John Paul cumpliendo 23 años el viernes 3. Alice Cooper formaba parte del cartel, y Page declaró: “Si pensás en un show como el de Alice Cooper, nuestro cantante Robert Plant hace el show y eso ya es suficiente. Nosotros no necesitamos fantasías. Nuestra música es más que suficiente.”
 Por el Whisky y alrededores revoloteaban unas doncellas de aire despreocupado, pestañas con rímel, vestidos coloridos y bustos llamativos. Se hacían llamar G.T.O. (Girls Toghether Outrageously), una corte de groupies con banda de rock propia, apadrinadas por Frank Zappa. Jimmy Page tocó con fiebre y a causa de ello Zeppelin tuvieron que quitar el segundo set (algunas fechas tocaban dos sets por noche)... Miss Pamela, la rubia belleza de las G.T.O., observó horrorizada como aquel encantador guitarrista, completamente acabado, tuvo que ser bajado del escenario y llevado en andas una vez finalizado el show; lo había dado todo y un plomo se volvió para recuperar sus zapatos.

El 9 de enero Jimmy cumple 25 años, y a pesar de la gripe que arrastraba desde Seattle (tuvo que pasar año nuevo en cama) la banda tocó durante cuatro noches seguidas en el Fillmore West de San Francisco, por entonces el templo del rock y de la cultura psicodélica. La artística de sus anuncios y los espectáculos visuales que se ofrecían en el lugar, como el Kaleidoscope Bubble, eran famosos en el mundillo. En los afiches fueron anunciados del 9 al 12 de enero, entre Taj Mahal y Country Joe & The Fish. Según Jones, ambos grupos estuvieron brillantes, pero Zeppelin dejó con la boca abierta a una audiencia que los desconocía. “Me impactó lo relajada que estaba la gente en el Fillmore West. Cuando empezamos a tocar, de repente había un montón de energía saliendo del escenario. Era una energía rápida y furiosa. Entre el público veía todas bocas abiertas. No creo que se hayan dado cuenta que fue lo que los impactó primero. Entonces la gente empezó a bailar... fue divertido: gente bailando a Led Zeppelin…” Aquellos conciertos de San Francisco pasarían a la historia. “La única razón que se me ocurre por la que nos volvimos tan grandes en Estados Unidos es que estábamos conscientes de la dinámica en un momento donde todo el mundo estaba metido con ese estilo colgado de la Costa Oeste”, le dijo Page a la revista Creem en 1974. “Hubo otros conciertos… Pero donde realmente supimos que habíamos impactado fue en San Francisco, después de eso… ¡bang!”.

Los primeros shows de Led Zeppelin empezaban con la banda haciendo explotar The Train Kept A Rollin’, y enlazado con el I Can´t Quit You Babe. Hacia la mitad incluían un detonante ‘medley’ de temas ajenos empezando con una adaptación muy pesada de As Long As I Have You, un número de soul que Janis Joplin hacía y que se enlazaba imprevistamente con Fresh Garbage de Spirit y el Shake de Sam Cooke. En la introducción de How Many More Times Plant presentaba al grupo; cuando le llegaba su turno sólo decía “y yo soy el cantante”, y entonces alguien del público en San Francisco le gritó: “¿pero quien sos? ”   

La excelente respuesta que recibían del público alcanzó niveles de locura absoluta cuando tocaron en el Boston Tea Party el domingo 26, una antigua sinagoga reconvertida en sala de conciertos. Boston era una ciudad de estudiantes, y Peter Grant lo consideraba un concierto clave. Fue allí donde público y banda experimentaron un anticipo de lo que vendría después; en la noche final de una seguidilla de cuatro shows (el último fue añadido en el momento), lo que normalmente debería haber sido un set de hora y media se transformó en cuatro horas de verdadera orgía rockera. Jimmy parecía inmerso en un éxtasis etéreo: sus solos incendiaban la Telecaster a escasos metros de la gente mientras levantaba una pierna como si fuese a saltar sobre ellos; le daba codazos a Jones para que se fijara en las filas de chicos que movían sus cabezas al unísono, y Bonzo estaba tan entusiasmado que usó doble bombo. Cuando el repertorio terminó (incluso repitiendo números) los más de 400 espectadores aún pedían más. No querían dejarlos ir; entonces los Zeppelin empezaron a recurrir a todo lo que se sabían: canciones de Elvis, Chuck Berry, Beatles, Stones, Who, Everly Brothers… todas en versiones inyectadas con esteroides. “Fue el concierto más largo que jamás hayamos hecho”, recordaría Jones. “Tocamos cuatro horas y media (…) Hicimos cuatro noches allí, y todo alcanzó el climax en la última, que ya para entonces era toda una fiesta porque conocías a la gente. ¡Era la misma gente cada noche! Recuerdo que todos sabían que iba a salir realmente bien. Hicimos dos sets, y también actuamos por todos los otros, creo. Si alguno de nosotros sabía más de cuatro compases de una melodía, nos lanzábamos de cabeza en ella… fue la mejor noche. Fue allí donde nos dimos cuenta que lo habíamos logrado, y al final Peter Grant nos abrazó a los cuatro juntos y nos levantó por el aire. Estaba absolutamente extasiado y gritaba de alegría. Fue algo brillante”.

La parte final de la gira continuaba con dos fechas en el Fillmore East de New York, el viernes 31 de enero y el sábado 1 de febrero. Led Zeppelin debían abrir por segunda vez para los Iron Butterfly (lo habían hecho en la Gonzaga University de Spokane el 30 de diciembre). Originalmente, estaba programado que Zeppelin saldría primero seguidos por los británicos The Move, que tenían un single número uno en el Reino, Blackberry Way, pero tras la repentina salida del bajista el grupo suspendió la gira, y para reemplazarlos el promotor Bill Graham había conseguido al grupo de gospel Porter´s Popular Preachers. Grant convenció a Graham para que su grupo actuase inmediatamente antes que Iron Butterfly. Era una idea sagaz: quería que las dos bandas se vieran cara-a-cara. Pero no todos estaban de acuerdo con esa movida, especialmente los propios miembros de Butterfly; el tecladista Doug Ingle y el guitarrista Erik Braun amagaron con no subirse al escenario si Zeppelin tocaba antes. Las historias del colosal show de Boston habían llegado hasta sus oídos y no querían que Zeppelin los pasaran por encima; algunos ejecutivos de Atlantic tampoco estaban de acuerdo con Grant, pero, como ya empezaba a ser costumbre, Zeppelin terminaron haciéndolo a su manera, y, literalmente, demolieron el Fillmore las dos noches. En el segundo show insertaron desvergonzadamente Dazed and Confused dentro de How Many More Times; Bonham terminó uno de los shows saltando desde su batería a lo Keith Moon. Después de una actuación de más de 90 minutos y varios bises los aterrados Butterfly se negaron a salir. Bill Graham tuvo que presionarlos, pero cuando decidieron salir la gente les reclamó a gritos: “¡Zeppelin!... ¡Zeppelin!... ¡Zeppelin!”. En medio del solo de batería de Ron Bushy en In-A-Gadda-Da-Vida, el himno del grupo, Bonham irrumpió en el escenario provocando las risas del público (no así la de músicos y ejecutivos). Atlantic había programado una fiesta de presentación para Ball, el flamante segundo álbum del grupo, pero Led Zeppelin, literalmente, se la aguó.

De vuelta en el Fillmore West, fue tan agresiva la base Jones-Bonham que los monitores de Jones se quemaron en medio de uno de los shows del 24 de abril. Lejos de intimidarse, los otros tres enseguida se arrojaron a improvisar. Plant introdujo con maestría una versión libre del You Can´t Judge a Book By The Cover de Bo Diddley, y llegó a cambiar las letras por “I think we have some trouble with the monitors” (“creo que tenemos algún problema con los monitores”) lo que provocó la risa de la audiencia. Antes de que el bajista recuperase su monitor tuvo lugar un increíble duelo instrumental tipo ‘llamada-respuesta’ entre la guitarra de Page y los noqueantes tambores de Bonham que más tarde incorporarían al arreglo en vivo de Bring it on Home... En la primera gira estadounidense unos Zeppelin desconocidos habían actuado de teloneros y cobrado prácticamente nada, ahora, a sólo dos meses de ello hacían una nueva visita al país, pero como cabezas de cartel y por tarifas cuatro veces superiores... .. .. .. .. 





Por Rodrigo Cura. 





miércoles, 16 de febrero de 2011

quintO Paso dE febrerO




Escalerasblandas
                                 http://www.flickr.com/photos/pupilasobesas/

Debilitan la mente,
tocan el fondo y se declaran imperfectas
se detestan delirantes
se agotan inoportunas
ironizan ante su piel      , blanda         , incauta            , crédula
                      
                                           revierten
invierten
giran
dirigen su viento y los escalones alteran su dureza           /se ablandan
insisten en colores                  inexcusablemente saturados
se apartan
se traducen incompletas, pero siguen derritiendo el pigmento  de sus rodillas intercaladas
se asientan
los vértices nuevamente rígidos  comen su moho
ahora el aliento huele a flores
ya se destaparon sus arterias
la madera oscura espera
la blandura se hace arena y  vuela a la orilla prófuga  creyendo nuevamente en el  polvo
                                                                                                                            pupilasObesas
                                                                                                       
   
                                                                             

lunes, 14 de febrero de 2011

domingo, 13 de febrero de 2011

GREENsunDAY

     
verde es el color de su clase...


sábado, 12 de febrero de 2011

                                                 www.belvillesensible.com.ar

viernes, 11 de febrero de 2011

cuartO pasO dE FebrerO: CHÉJOV... Poquita cosa

Antón Chéjov
(Ucrania, 1860 - Alemania, 1904)


Poquita cosa
      Hace unos días invité a Yulia Vasilievna, la institutriz de mis hijos, a que pasara a mi despacho. Teníamos que ajustar cuentas.
      —Siéntese, Yulia Vasilievna —le dije—. Arreglemos nuestras cuentas. A usted seguramente le hará falta dinero, pero es usted tan ceremoniosa que no lo pedirá por sí misma... Veamos... Nos habíamos puesto de acuerdo en treinta rublos por mes...
      —En cuarenta...
      —No. En treinta... Lo tengo apuntado. Siempre le he pagado a las institutrices treinta rublos... Veamos... Ha estado usted con nosotros dos meses...
      —Dos meses y cinco días...
      —Dos meses redondos. Lo tengo apuntado. Le corresponden por lo tanto sesenta rublos... Pero hay que descontarle nueve domingos... pues los domingos usted no le ha dado clase a Kolia, sólo ha paseado... más de tres días de fiesta...
      A Yulia Vasilievna se le encendió el rostro y se puso a tironear el volante de su vestido, pero... ¡ni palabra!
      —Tres días de fiesta... Por consiguiente descontamos doce rublos... Durante cuatro días Kolia estuvo enfermo y no tuvo clases... usted se las dio sólo a Varia... Hubo tres días que usted anduvo con dolor de muela y mi esposa le permitió descansar después de la comida... Doce y siete suman diecinueve. Al descontarlos queda un saldo de... hum... de cuarenta y un rublos... ¿no es cierto?
      El ojo izquierdo de Yulia Vasilievna enrojeció y lo vi empañado de humedad. Su mentón se estremeció. Rompió a toser nerviosamente, se sonó la nariz, pero... ¡ni palabra!
      —En víspera de Año Nuevo usted rompió una taza de té con platito. Descontamos dos rublos... Claro que la taza vale más... es una reliquia de la familia... pero ¡que Dios la perdone! ¡Hemos perdido tanto ya! Además, debido a su falta de atención, Kolia se subió a un árbol y se desgarró la chaquetita... Le descontamos diez... También por su descuido, la camarera le robó a Varia los botines... Usted es quien debe vigilarlo todo. Usted recibe sueldo... Así que le descontamos cinco más... El diez de enero usted tomó prestados diez rublos.
      —No los tomé —musitó Yulia Vasilievna.
      —¡Pero si lo tengo apuntado!
      —Bueno, sea así, está bien.
      —A cuarenta y uno le restamos veintisiete, nos queda un saldo de catorce...
      Sus dos ojos se le llenaron de lágrimas...
      Sobre la naricita larga, bonita, aparecieron gotas de sudor. ¡Pobre muchacha!
      —Sólo una vez tomé —dijo con voz trémula— . Le pedí prestados a su esposa tres rublos... Nunca más lo hice...
      —¿Qué me dice? ¡Y yo que no los tenía apuntados! A catorce le restamos tres y nos queda un saldo de once... ¡He aquí su dinero, querida! Tres... tres... uno y uno... ¡sírvase!
      Y yo le tendí once rublos... Ella los cogió con dedos temblorosos y se los metió en el bolsillo.
      —Merci —murmuró.
      Yo pegué un salto y me eché a caminar por el cuarto. No podía contener mi indignación.
      —¿Por qué merci? —le pregunté.
      —Por el dinero.
      —¡Pero si ya la he desplumado! ¡Demonios! ¡La he asaltado! ¡La he robado! ¿Por qué merci?
      —En otros sitios ni siquiera me daban...
      —¿No le daban? ¡Pues no es extraño! Yo he bromeado con usted... le he dado una cruel lección... ¡Le daré sus ochenta rublos enteritos! ¡Ahí están preparados en un sobre para usted! ¿Pero es que se puede ser tan apocada? ¿Por qué no protesta usted? ¿Por qué calla? ¿Es que se puede vivir en este mundo sin mostrar los dientes? ¿Es que se puede ser tan poquita cosa?
      Ella sonrió débilmente y en su rostro leí: “¡Se puede!”
      Le pedí disculpas por la cruel lección y le entregué, para su gran asombro, los ochenta rublos. Tímidamente balbuceó su merci y salió... La seguí con la mirada y pensé: ¡Qué fácil es en este mundo ser fuerte!

lunes, 7 de febrero de 2011

3º PAso; MeDIEval TiMEs. PUro FONTAnarROSA.

No, dejame explicarte. No porque me haya ido a los Estados Unidos quiere decir que ande derecho. Quiero aclarártelo bien porque vos bien sabés que yo nunca cagué a nadie. Ahora, si vos me das quince minutos te explico bien qué fue lo que me pasó porque te juro que si alguien te lo cuenta no se lo podés creer. Solamente a mí me pasan este tipo de cosas, será porque soy un pelotudo o porque soy de esa clase de tipos que no se la bancan ¿me entendés? Hay otra gente que se queda más en el molde y se aguanta lo que le tiren pero yo en ese aspecto, no sé si para bien o para mal, siempre fui medio retobado, ¿me explico? Pero lo que quiero es dejar la cosa bien clarita con vos como para que entiendas como viene la mano y que no estoy tratando, de ninguna manera, de pasarte. Es verdad que yo me fui a los Estados Unidos, es verdad. Yo te admito que habíamos quedado en vernos el 14 de febrero y yo me piré y no te avisé absolutamente nada. Pero no te avisé porque no tuve tiempo y vos sabés como es el Pancho. Dijo "vamos, vamos" y a mí me pareció interesante la mano y agarré viaje. En parte también para ver si se enderezaba la cosa y empezaba a verle las patas a la sota de una buena vez por todas. Porque yo fui a laburar a los Estados Unidos, Horacio, fui a poner la giba, no me fui de joda como es posible que te hayan batido por ahí. El Pancho y Rulo --porque el Rulo también fue-- hace como cuatro a~nos que hacen este tipo de viajes a Miami a comprar pilchas para las vaquerías y han hecho su buena diferencia. Y vos lo sabés bien, Horacio, a mí se me estaba cayendo el negocio, especialmente después del quilombo con la negra. Entonces agarré, junté los pocos pesos que tenía, y me fuí con Pancho y el Rulo, no solo para ver el asunto de los vaqueros --porque el mercado del jean ya esta un poco emputecido-- sino también lo de los muñecos de peluche, que allá están a un precio que es joda, verdadera joda, y son unos muñecos con una confección de la puta madre y que acá los fabricantes no pueden competir en precios ni que se caguen. Porque allá los yankis, vos viste como son estos hijos de puta, ahora han encontrado el yeite de hacer laburar a los amarillos. Vos agarrás las pilchas, los artefactos, los juguetes y son todos de Taiwán, Corea, Singapur, de todos esos lugares donde al obrero lo tienen bajo un régimen de explotación esclavista y lo hacen laburar día y noche por una taza de arroz. Porque los hacen laburar por una taza de arroz a esos tipos. Eso, cuando no hacen laburar a los que están en la cárcel, te juro, para mantenerlos ocupados, y no les pagan un carajo. ¡Los famosos Tigres del Pacífico! Se los han recogido bien recogidos a los tigres del Pacífico. Estos yankis si no te cagan militarmente te cagan con el comercio. La cuestión es que me interesaban también los ositos de peluche porque si la cosa sigue así con la vaquería yo no me hago mucho drama y largo a la mierda. A otra cosa. Pongo un salón de ventas, lo lleno de pelotudeces y a otra cosa mariposa. Traje de esos bichos de felpa, una belleza te juro ¿Qué edad tiene tu pibe? No, tu pibe ya está grande pero te digo que a los pendejos les vuelan el bocho esos muñecos. Hasta pescados de peluche te hacen los hijos de puta. Vos nunca te hubieras imaginado un pescado peludo pero los guachos lo hacen y no quedan nada mal, mirá lo que te digo. Me fui Horacio, entonces ¿qué iba a hacer? Vos no sabés el quilombo que yo tenía aquí, pero me fuí. Bah, vos sí lo sabías. Así que no tenía otra. No tenía otra. Muy bien, llegamos a Miami y ahí empezamos a entrevistarnos con distintos tipos. Bien los tipos, bien. Cubanos casi todos. Una suerte, te digo, porque el Pancho y el Rulo no hablan un sorete de inglés. Que yo antes me preguntaba ¿cómo hacen estos monos para entenderse en una charla de negocios si no saben un joraca de inglés? Pero, bueno, allá son todos cubanos y la cosa se hace más fácil. Más fácil es un decir. Rápidos los cubanos. El más boludo se coge un avestruz al trote. No te creas que han hecho la guita por infelices. Me decían que el poderío actual de todo Miami es gracias a estos cubanos, cosa que yo no podía creer, gusanos de mierda, que se rajaron todos huyendo de la revolución y llegaron con el culo a cuatro manos hasta Miami, sin un puto mango. Porque yo pregunté si habían llegado con guita y me dijeron que no. Que Fidel no les dió tiempo ni para llevarse un calzoncillo, mirá lo que te digo. Y sin embargo los ñatos, los que habían sido multimillonarios en Cuba a los 20 años, veinte años después ya habían recuperado esa fortuna en Miami. Mirá vos los tipos. Unas luces los cubanos. Charlamos un poco con ellos a pesar del asco que me daban esos gusanos, y se nos quedó colgada una entrevista con un pesado de las pilcherías, un tal Ajubel, me acuerdo, para tres días después. Teníamos tres días al pedo entonces. Y va el Pancho, que tiene un petardo en el culo vos lo conocés: no hay Dios que lo haga quedar más de dos minutos en un mismo lugar y se le ocurre ir a Disneylandia. ¡A Disneylandia, fijate vos! Que no había ido nunca, que para qué mierda nos íbamos a quedar en Miami y todo eso, empezó a romper las pelotas. Y el Rulo se anotó. También con lo mismo. Yo no quería ir ni en pedo. Y te lo digo porque sin duda ya habrá habido alguno que te haya venido con el cuento de que yo me piré a Disneylandia en onda bacán y todo ese verso. Yo fuí porque aquellos dos se encajetaron con eso y si no yo me iba a tener que quedar como un pelotudo en Miami, solito mi alma, mirando los canales para latinos. ¡Yo me quería ir para Las Vegas, querido! De haber tenido guita y tiempo, yo me hubiera ido para Las Vegas ¡Qué te parece! Ninguna duda. Me dijeron que estaba en pedo, que Las Vegas estaba en la loma del orto, que el avión, que el tiempo, que las pelotas de Mahoma, en fin... Nos fuimos a Orlando. El Pancho alquiló un auto, porque le encanta manejar, y nos fuimos para Disneylandia. Te juro, no sé si no era mas lejos que Las Vegas. Es lejísimo eso. Yo escuchaba siempre hablar de Disneylandia, de Miami, de la península de Florida, y me creía que estaba ahí nomás. Como si vos cazás el auto acá en Rosario y te vas hasta Roldán, o a San Lorenzo, una cosa así. Santa Fe , por decirte mucho. Los otros dos boludos encantados. Que la ruta, que el coche, que la señalización, que las hamburguesas... Te la hago corta. Llegamos a Orlando, nos metimos en un hotel cerca de los parques (porque son como parques eso), y nos fuimos el primer día a Disneylandia... A las cuatro horas de caminar, te juro, yo ya tenía las pelotas por el suelo. Lo llegaba a encontrar a Mickey y lo cagaba a trompadas, te lo juro. Gente grande, jugando a esas cosas, haciendo colas para ver la Cueva de los Piratas. Pelotudos grandotes en pantaloncito corto, tomando helados. Arabes, iraníes, con una cara de turcos que asustaba, musulmanes, mi viejo, fundamentalistas que vos pensabas que estarían ahí para ponerle una bomba a la Mansión de los Fantasmas, comiendo pororó y esperando como corderos para meterse en esas lanchitas donde te ataca el tiburón. Una cosa de locos, demencial, te lo juro. Una cagada. Tenía razón el mejicano que manejaba la combi que nos llevó hasta Magic Kingdom, --ellos le llaman Magic Kingdom a Disneylandia-- y te llevan desde el hotel en una combi. El mejicano, Luis se llamaba, un facho hijo de mil putas, nos decía, "Son retardados los yankis, retrasados mentales. Les gustan todas estas cosas, se enloquecen con estos juegos. Retardados mentales, señor" nos decía. Aunque él, te digo, yo no sé si se las quería tirar del reivindicador de Latinoamérica, del gran revolucionario, de Emiliano Zapata o qué. Por ahí como nos veía argentinos y sabía que nosotros siempre hemos pensado que a los mejicanos los yankis se los han vivido recogiendo --como cuando le chorrearon Texas-- se las quería tirar de vengador de los pobres, de algo así. "Yo tuve como cuarenta de estos yankis a mi cargo, señor" nos decía , porque había laburado en una empresa de transportes. "Y los trataba mal, mal los trataba. No; son retardados. Imbéciles, drogadictos". Pero bien que el hijo de puta no solo vivía en los Estados Unidos, sino que se había comprado una casa para cuando se jubilara --"el retiro" le decía él-- y se la había comprado ahí , en la costa de Florida, nos contaba. Mejicano piojoso. Los otros le mataban el hambre y éste se la tiraba de revolucionario. Y en esa combi que viajamos a Disney fue con nosotros también una venezolana, que justo se sienta al lado mío. Te digo que la venezolana era un cuatro, a lo sumo un cinco. Del uno al diez era un cinco, digamos, siendo generosos. Te juro que acá esa mina no me tocaba el culo ni con un palo, pero allá, ¿viste? la soledad te lleva a hacerte un poco el pelotudo. La venezolana, Leonor creo que se llamaba, andaba sola y como nosotros, también le habían quedado un par de días sandwich por negocios. Justo vuelve en la misma combi con nosotros y ahí retomamos el chamuye. Y al día siguiente, a la mañana, la volvemos a encontrar para el desayuno. Una casualidad de aquellas, porque son unos hoteles de la gran puta que siempre están llenos de gente. Pero la encuentro. Pancho y el Rulo de nuevo para Magic Kingdom, mejor dicho para Epcot, que me decían que era más interesante, más para intelectuales, me cargaban. Yo los mandé a la concha de su madre, les dije que se fueran solos, que a mí no me agarraban más. Aparte tenía los pies que eran dos albóndigas de tanto patear el día anterior en Disneylandia. Me quedé en el telo pero arreglé con la venezolana de salir juntos a cenar esa noche. Te repito que la venzolana no me movía un pelo pero, en parte, también quería un poco refregársela por la jeta a los otros dos boludos que andaban babosos con "Regreso al Futuro", "La Montaña Espacial" y me venían a hablar maravillas de la tecnología y del Primer Mundo. Que si eso es el Primer Mundo mejor que nos cortemos las bolas y se las tiremos a los chanchos. Un poco decirles, "Loco, ustedes sigan sacándose fotos con Minnie y el Perro Pluto que yo me voy de conga con una mina. En una de esas hasta me echo un fierro y que después me la vengan a contar de la Montaña Rusa" Porque vos sabés bien, Horacio --y en eso somos todos parecidos-- que yo puedo decirte que la venezolana no me movía un pelo, pero que si la mina me daba bola --y me daba bola-- a eso de las doce de la noche (porque allá es todo más temprano) con un par de cervezas de más yo soy capaz de voltearme a esa venezolana y si me quedo más de tres días hasta en una de esas me lo pincho al mejicano hijo de mil putas y todo, vos lo sabés. La encuentro a la venezolana a la noche y me dice, muy animada, que incluso ya me había preparado un programa. Que íbamos a ir a Medieval Times, que ya había reservado mesa, contratado el transporte y que ella me invitaba. Ahí me dí cuenta que me quería bajar la caña, pero me hice bien el boludo. Un duro, ¿viste? Tipo Clint Eastwood. Le pregunté, como te preguntarías vos, como se preguntaría cualquiera, qué era eso de Medieval Times. Me dijo que era un restaurante que, mientras vos morfás, hay un espectáculo medieval, de esos con caballeros, que hacen duelos con lanzas. ¿Te acordás Horacio de aquella película "Ivanhoe", que hacían esas justas medievales, a caballo, con escudos y lanzas, que el que lo tiraba al otro a la mierda del caballo ganaba?. Bueno, de eso, me dice. "Cagamos" pensé. Yo que imaginaba, no te digo en un Mc Donald, pero una cosita modesta, algún boliche italiano que los hay, donde comer alguna pasta. Incluso una pizza, un vaso de vino. Yo hacía cuatro días que estaba en Miami y ya extrañaba la comida. Mirá que boludo. Parece mentira pero es así. Y esta mina me salía con eso. Comer mientras se ve un espectáculo de caballeros con armadura, que se cagan a espadazos. Te juro que estuve a punto de decirle que no, que no iba, que se metiera en el orto las invitaciones y las reservas. Pero estaba al pedo, tenía hambre y ya me había quedado desenganchado de los muchachos. Ellos no iban a llegar al hotel hasta tarde y además iban a venir destrozados, como yo volví el día anterior, después de caminar más de ocho horas como unos pelotudos por todo Epcot. Ir solo a comer no me convenía porque con un solo año de inglés en la Cultural --cuando yo tenía siete-- no me alcanzaba ni para pedir la sal en un boliche. Y allí en Orlando no es como en Miami que todo el mundo la parla en castellano. Allá la cagaste, hermano. Algo de inglés tenés que manejar y esta venezolana me había dicho que ella lo hablaba perfectamente porque había trabajado en Maracaibo en una compañía petrolera de los yankis. Sabes que los yankis se han cogido bien recogidos a los venezolanos, entre otros muchos, con el verso de la privatización del petróleo y todo eso. Así que me fui con la mina. Por supuesto, de nuevo el chofer de la combie era el gordo Luis. Y otra vez con lo mismo. Ya no conmigo, sino con una pareja de españoles que iban con nosotros. "Retrasados mentales, señor, idiotas, ladrones también" y decía, refiriéndose a eso del Medieval Times: "Está bien, sí, muy bonito" con un tono ¿cómo te diría? despectivo, "Como para venir una sola vez, por supuesto. Usted lo ve una vez y ya está bien, señor". Medio medio ya como tratándonos como infradotados por ir a ver ese espectáculo. Como diciendo: "¡Gente grande viniendo a ver estas pelotudeces!". Te juro que me dió bronca, ya me hinchó las bolas el mejicano. Tanto, te juro, que me predispuso bien con el espectaculo. ¿Viste?. De contrera nomás. Yo soy así, por eso me pasan las cosas que me pasan. Dije: "Este mejicano esta hablando al pedo. No hay verga que le venga bien" Y entré contento al boliche, entré bien, de buen ánimo... ¡Para qué! Dios querido... ¡Para qué! Tenía razón el hombre. Primero te cuento que es un lugar inmenso, que quiere imitar a un castillo, por la parte de afuera. Entrás por arriba de un puente levadizo y te metés a una especie de sala de espera, enorme, muy grande. Adentro, para mí que quería una cena íntima, ya había como mil personas. Pero no te lo digo en un sentido figurado. Había como mil personas, no menos. Pero antes, antes de entrar --cuando te piden la reserva, las entradas y esas cosas-- ahí una minita vestida de la Edad Media, te entrega un corona. Una corona berreta de esas de cartón que se usan para los cumpleaños de los pendejos, ¿viste? De algún color. Verde, o azul, o rojo. A nosotros nos tocó una a cuadritos blanca y negra. Y nos indicaron que nos las pusiéramos. Ahí yo ya agarré para la mierda. ¿Viste cuando uno empieza a sentir como una calentura que se sube desde el estómago hacia la cabeza? Una cosa así empecé a sentir yo. La venezolana se puso la corona lo más campante y me pidió que yo hiciera lo mismo. Y yo no le dí ni cinco de pelota. Hasta ese momento trataba de ser más o menos cordial, trataba de no darme máquina porque yo me conozco. Además, no quería dejarla para la mierda a esta pobre mina --que era buenita te cuento-- porque ella me había invitado y hacía todo con la mejor buena voluntad. Lo que pasa es que los venezolanos son unos colonizados y yo no sé porqué, pero les caben todas esas payasadas que hacen los yankis. Pero te juro que eso era una reverenda payasada. Eso de que te reciban en un boliche y te den una coronita de cartón pintado para que te la pongas. Y no era la Cantina del Lolo, que uno va con globos a bailar la tarantela. No. Eso pretendía ser un lugar bacán, un boliche de primera. Agarré la corona y me la metí debajo del brazo, por no desentonar y tirarla ahí mismo al carajo. Después la máxima: antes de pasar a la sala te recibe un tipo vestido de rey ¡de rey, mi viejo! Con capa, corona dorada, barba, espada, y tenés que sacarte una foto con él. Bah, te ofrecen sacarte una foto con él, casi que te obligan, porque si no no pasás. Segunda payasada de la noche. No solo te tenés que poner una corona como un pelotudo sino que tenés que sacarte una foto con esa corona y con un tipo disfrazado de monarca, cosa de que quede un testimonio gráfico para las generaciones futuras y que después los muchachos del barrio se caguen de risa del pelotudo que viajó a Miami. Para colmo, yo no tuve reacción para mandarlo al monarca a la concha de su madre. Me quedé como un pelotudo al lado de él y me escracharon en la foto. Porque es todo tán rápido, chas, chas y a la lona. Y eso, el no haber podido reaccionar, me dió más bronca todavía. Por suerte, no salí con la coronita puesta --al menos defendí ese pedacito de mi honor-- salí con la corona debajo del brazo, como corresponde a alguien que no le da pelota a esas cosas. Arriba la venezolana, después ya en el salón, me cargaba. Me decía que había salido muy lindo y que le podría llevar esa foto a mis chicos. Me quería sacar la información la minita, muy bicha, sobre si yo estaba casado y esas cosas, pero yo tenía tal moto encima que ni siquiera le prestaba atención a la mina.
     En la sala de espera, Horacio, te juro, toda la gente, las casi mil personas, con la coronita puesta. A los yankis les decís que se pongan un sorete en la cabeza y se lo ponen. Tipos grandes, viejos, gordos pelados, viejas chotas de lo más elegantes, con la coronita puesta. Y entonces, vino lo máximo. Lo que ya me sacó definitivamente de mis casillas y me dió bien por el forro de las pelotas. La minita que nos había recibido en la puerta del castillo le habla a la venezolana y le indica una cosa, que después la venezolana me transmite. A nosotros nos había tocado la corona blanca y negra y entonces teníamos que hinchar por el caballero Blanco y Negro. ¡Pero mirá vos, si serán pelotudos estos yankis!. ¡Mirá si se cagarán en la libre determinación de los pueblos! ¡No solo te obligan a ponerte una coronita ridícula sino que, además, te indicaban para quien tenías que hinchar en la pelea a espadazos! ¡Es algo inconcebible! ¡Tenías coronita blanca y negra y tenías que alentar al caballero Blanco y Negro! Es como si acá vos, por ejemplo, vas a un cuadrangular de fútbol-sala y no sos hincha de ninguno de los cuatro equipos. Bueno, muy bien, a los cinco minutos de verlos jugar, si se te cantan las pelotas, ya podés elegir a alguno de los equipos. Porque te gusta cómo la pisan, porque juega un tipo que es amigo tuyo, por el color de la camiseta, porque van perdiendo y te resultan simpáticos o por lo que puta fuere, querido, por lo que puta fuere. Pero decidís vos, elegís vos, vos solito. Te juro que yo, a esa altura, ya tenía un veneno, pero un veneno, que no le daba ni cinco de bola a la venezolana que creo que se estaba dando cuenta de que esa noche no me cogía. Aunque te cuento que yo, hasta ese momento, tragaba y tragaba. No te digo que sonreía pero trataba de no agarrar para la mierda y empezar a putearlos a todos en voz alta. Para colmo aparece el payaso del rey ése, el barbudo, y anuncia que nos preparáramos para pasar al lugar del espectáculo. En inglés, por supuesto, pero la venezolana me iba traduciendo. Que primero iban a pasar los de corona verde, después los de corona roja, y así hasta pasar todos. Y yo pensaba "¿Pero qué es esto? ¿El colegio? ¿Porqué no nos hacen formar fila y agarrarnos de las manos también?" ¡Y los yankis lo más contentos! ¡Todos iban pasando de acuerdo al color de las coronitas, saltando, cagándose de risa! ¡Como corderos, mi viejo! ¡Después te vienen con la exaltación del individualismo y todos esos versos! ¡Con John Wayne saludando solo desde el horizonte o Bruce Willis haciendo la suya a pesar de que el jefe de policía le ordena lo contrario! ¡Te juro que Bruce Willis va a Medieval Times y se pone la coronita colorada y grita para el caballero Colorado como cualquiera de esos otros pelotudos! ¡Si así los han llevado a Vietnam, a Corea, a la Segunda Guerra, querido! ¡Como corderos! Les dicen te damos una gorra y una escopeta y ellos felices, dale que va... ¡Huy cómo estaba yo, mi viejo! Envenenado estaba, te juro, envenenado. Entramos --cuando nos toco el turno-- al salón del show, del espectáculo y donde presumiblemente teníamos que morfar. Mirá, es una especie de tinglado, largo, rectangular, enorme --no sé cuanto tendrá de largo-- como si te dijera una cuadra por cuarenta metros de ancho. A lo largo, a los dos costados, las tribunas para la gente, que está dividida por sectores. Acá los rojos, acá los verdes, acá los azules, cosa de que no se mezclen las parcialidades. Porque si llegan a hacer lo mismo en la Argentina, al primer vino que nos tomamos ya estamos todos cagándonos a trompadas. Y son como graderías, donde vos estás sentado en una tribuna y adelante tenés una especie de mostradorcito, también todo a lo largo, como un pupitre continuo te diría, adonde te podes apoyar y adonde además te ponen las cosas para comer. Y todo bastante apretadito, pegado al lado tuyo nomás tenes la otra persona, el ñato que sigue. En una de las cabeceras, alto, hay una especie de palco, que es donde va el tipo disfrazado de rey, el barbudo que, además, es el que dirige la batuta y no para de hablar en toda la noche. Y por la otra cabecera entran los caballeros. Entre tribuna y tribuna, por supuesto, el piso, la pista, no sé cómo decirle, para los caballos. Que tiene una especie de arena, como en los circos. Y las luces, las banderas, esas trompetas que anuncian cuando llega el rey, o la reina. O cuando salen los tipos que se van a cagar a lanzazos, todo eso. Yo me dije "Bueno Carlitos, pará la mano, relajate y disfrutá. Tratá de pasarla lo mejor posible y bajate de la moto." Porque por ahí, en una de esas, hasta me garchaba a la venezolana y todo. Ya se habia puesto medio cariñosona ¿viste? y se aprovechaba que había que estar bastante apretaditos para franelearme un poco. Me daba en la boca unos pedazos de apio, de pepino, no sé qué mierda era lo que nos habían puesto en unos platitos, como entrada fría. Todo medio rústico --porque se come con la mano ahí-- como en las películas, eso no te lo había contado. Una copa grisácea de plástico o no sé de qué carajo era, que pretendía ser de bronce. Un copón, como para el Principe Valiente. Aparte, un vaso de vidrio y el palito con los pepinos. Para mejor, en mi intento por aflojarme y ser feliz, cuando empiezan a servir --pasaba un flaco disfrazado de paje o cosa así-- me llenan un vaso de sangría. ¡Sangría, loco! ¡Como en Sportivo Constitución! Yo no se si estará de moda o en la Corte del Rey Arturo se tomaría, lo cierto es que nos llenan los vasos con sangría. Y ahí le empecé a dar parejo a la sangría. Meta sangría. Cada vez que me pasaba por delante el paje ése, yo lo cazaba de esa especie de bombachudito que ellos usan y le pedía otro vaso. Al final ya medio me miraba fulero pero me daba, me daba. Porque si hay algo envidiable en esos tipos es esa buena onda con que trabajan. Al parecer siempre contentos, siempre cagándose de risa. Yo pensaba "Claro... ¡cómo no van a progresar estos quías con semejante contracción para el laburo y semejante estado de ánimo! No son como los japoneses que laburan porque son enfermos del bocho y si paran de laburar se agarran una depre terrible y se tiran debajo de un Tren Bala. A estos les gusta". Hasta que la venezolana me lo aclaró. Los pibes laburan por la propina. Por eso tienen tan buena onda, o fingen tener tan buena onda. Y allá el patron te quiere rajar y te dice te tomas el piro y minga de preaviso de despido, o de indemnización o cualquiera de esas cosas. Te pegan una patada en medio del orto y anda a reclamarle una mensualidad al Seguro de Desempleo. Para colmo, te cuento, para colmo, al poco rato de dejar las sangrías pasa de nuevo el rubio, esta vez con cerveza, y me la sirve en una jarrita grande, también símil peltre o cosa así. Y ya mezclé la bebida, ya mezclé la bebida. Yo, que sé que me hace mal. Porque si yo largo con champú, puedo seguirla con champú toda la noche que vos ni lo notás. Pero si por ahí lo mezclo con algún whisky o algún gin-tonic, ahí viene la cagada, eso me ha pasado.
     Y te cuento que estos ñatos no te servían sangría y además cerveza de generosos nomás. ¡Te lo sirven así porque no saben chupar, hermano! Ellos mezclan, mezclan cualquier cosa ¿O acaso no toman cerveza con tequila? ¡Toman cerveza con tequila! A mí me contaron que hacen así. Y creen que tomando vino son mas refinados. Vos viste que en las películas los que aparecen tomando vino son los intelectuales y resulta que tienen unos vinos de mierda que no se pueden probar. Se la pasan hablando de los vinos californianos y me decía Pancho que te tomás un vaso de vino y andás con cagadera como cuatro días con ese vino. La cosa es que te cuento que la cerveza y la sangría me cayeron para la mierda y no me relajaron un sorete. Para colmo de arranque los tipos largan con una sopa. De arranque ¿viste? ¡Una sopa, podés creer? Mirame a mí, muchacho grande, tomando una sopa en la Corte del Rey Arturo. Se la ofrecí a la venezolana que, te aseguro, chupaba y morfaba lo que le ponía adelante. Han sido países muy hambreados ¿viste? Y aunque se notaba que la venezolana andaba bien de guita también era claro que la gente de esas nacionalidades sojuzgadas cuando les dan de comer, aprovechan, no tiran nada, porque no saben si el día de mañana van a tener para lastrar. Aunque la venezolana ya estaba en otra. Habían entrado los caballeros, digamos, había empezado el espectáculo y la gente se habí¡a vuelto completamente loca. ¡Pero completamente loca, te juro Horacio! A los que les habían dicho que gritaran para el Caballero Verde, gritaban para el Caballero Verde. A los que les habían dicho que gritaran para el Caballero Rojo, gritaban para el Caballero Rojo. ¡Y todo así! ¡Como corderos, hermano! ¡Te llevaban como ciego estos imperialistas guachos! Y la venezolana estaba como desorbitada. Gritaba y aplaudía al Caballero Blanco y Negro que se había parado delante nuestro a saludar a su hinchada, porque cada uno se paraba delante de su hinchada para saludarla. Me acuerdo que yo le digo --yo estaba muy mal, te juro-- le digo: "Pero vos sos una reventada hija de mil putas!". Decí que la mina no me escuchó con el griterío y todo eso, no me escuchó. Pero entonces yo decidí gritar por el Amarillo. A la mierda. De contrera, nomás. 
Por el Amarillo. Parado en medio de la tribuna de los del Blanco y Negro, empecé a los gritos: "¡Vamos Amarillo, todavía! ¡Vamos Amarillo, carajo!". Los que estaban alrededor mío medio que me miraban raro. Incluso los de las otras hinchadas. Si te digo que hasta detrás nuestro había un grupo de pendejas brasileñas de no más de catorce, quince años, que hacían un quilombo de novela, que me empezaron a abuchear. ¡Como a un traidor me abucheaban! ¡Si hasta el Amarillo se dió cuenta del despelote y miró para mi lado y yo lo saludé con un puño en alto! ¡Tenía una pinta de grone del Saladillo el pobre santo que más ganas me dieron de hinchar por él! Debía ser algún chicano, alguno de esos portoriqueños o algún mejicanito de ésos que se cuelan en los Estados Unidos escondidos adentro de un mionca o cruzando un río. Vendría de alguna hacienda de por ahí en Guadalajara y por eso sabría andar a caballo y el pobre cristo había ido a parar a esa payasada y tenía que seguir con el circo para ganarse un mango. Me imagino la vergüenza de escribir una carta a tu vieja diciendo "Conseguí laburo en los Estados Unidos" y mandar una foto donde estás vos disfrazado de dama antigua con esa lanza, el escudo, la espadita de juguete. Porque están empilchados perfectamente de época los desgraciados. Así como vos los ves en las películas ésas de los castillos. Y los caballos también, te aseguro. Te juro que cuando las brasucas ésas, las pendejas brasileñas me empezaron a abuchear, me paré, me dí vuelta y las mandé a la concha de su madre. Me hervía la sangre, te juro, y para colmo la mezcla de bebidas ya me había puesto muy alterado. Se ve que ahora están de moda esos viajes de pendejas de quince años, que en lugar de festejar el cumpleaños con una fiesta las mandan a Disneylandia. Y saltaban, gritaban, cantaban esas cosas de Xuxa, y estaban todas recalientes con el caballero Blanco y Negro que había venido a saludar a su parcialidad y que tenía una pinta de trolo el hijo de puta, vos no sabés la pinta de trolo que tenía ese muchacho. Pero claro, con esas pilchas, con el pelito largo, el caballo, todo eso, las pendejas estaban recalientes y chillaban como si lo vieran a Michael Jackson. Si a esas brasucas las mandan los viejos a los Estados Unidos a ver si algún negro se las recoge de una buena vez por todas y las desvirgan, para eso las mandan. Y yo me ponía más loco. Dejáme de joder, un pueblo creativo como el brasileño, con ése condimento africano, alentando a un vago nada más porque a la entrada les dijeron que tenían que alentarlo. ¿Pero porqué no se van a la reputa madre que los reparió? Por algo les va como les va, por algo son casi todos analfabetos esos guampudos, que no saben ni leer.
     Decí que en eso trajeron pollo para comer y yo me puse a comer pollo. Pero la joda es que no te traían un pedazo de pollo, un cuarto de pollo, no era que el paje ése, el rubio de bombachudo, te preguntaba "¿La pata o la pechuga?" No. El rubio venía con una bandeja así de grande y le iba dejando un pollo a cada uno. Un pollito no muy grande, así sería, enterito, al horno y con una salsa de esas que ellos le ponen a todo, medio dulzona. Porque te aseguro que ellos se creen que comen muy bien y no saben comer un carajo. A todo le meten el ketchup y esas porquerías. La savora, la salsa de tomate. Y con la mano, mi viejo, como los reyes. Yo le entré a dar al pollo por dos razones. Primero, que estaba buenísimo, hay que reconocerlo; y segundo, que me dí cuenta que tenía que comer algo porque había venido chupando groso y con el estomago vacío. Y eso es mortal. Me había levantado una curda en cinco minutos porque no había comido nada hasta ese momento. Y esa es otra maniobra de estos yankis hijos de puta. Te ponen en pedo para quebrarte la voluntad. Uno, borracho, hace lo que el otro quiere. Y estos yankis lo aprendieron de los españoles, esos otros hijos de puta. ¿O no lo aprendieron de los españoles? ¿O los españoles no los cagaron a los indios con el alcohol? Los cagaron con el alcohol mi querido. ¿O acaso la península de Florida no estuvo llena de españoles? Y te garanto que, conmigo, lo consiguieron. Porque yo me comí el pollo, que estaba buenísimo, y también un par de costillitas de cerdo que tambien te traían, y una papa al horno, y no se me pasó la mamúa. Te aseguro que hay partes que no te cuento porque no me acuerdo un carajo. Es toda una nebulosa que no me acuerdo y eso fue uno de los argumentos --después te voy a completar bien el asunto-- de donde se agarró la abogada, aunque eso es algo que te voy a ir ampliando al final. Lo que sí te juro es que quedé con grasa hasta las pelotas con ese fato de comer con la mano. Porque además, ya habían empezado las peleas eliminatorias entre los caballeros. Te explico: primero los tipos éstos hacen una especie de ejercitación de destreza, digamos. Sacan con la lanza una argolla parecida a la sortija, clavan unas lanzas mas cortitas en unos blancos de paja. En fin... te diría que esta es la parte más honesta de la cosa porque ahí no hay arreglo, ahí es simplemente una demostración de habilidad ecuestre. Pero en las peleas es un completo circo, un arreglo donde deben decir "Bueno, hoy ganás vos y mañana gana este otro". Así de simple, como en "Titanes en el Ring". Cosa de que no gane siempre el mismo y el tipo se sienta Gardel y ya pretenda el día de mañana irse a las olimpíadas de las Justas Medievales. O se les descuelgue a los tipos con que quiere más guita porque él es el Rey de la Milonga. La cosa es que habían empezado a eliminarse entre ellos y la gente deliraba. Hacían duelos de uno contra uno, de aquellos de Ivanhoe. Con las lanzas largas, uno a cada lado de una especie de valla bajita, se venían y se pegaban en los escudos. El que caía quedaba eliminado. ¡Y el mío venía prendido, che! Y yo que había seguido con la sangría, estaba cada vez más dado vuelta, te reconozco. Me limpiaba las manos con grasa en la espalda de la venezolana, por ejemplo. No por hijo de puta. De los nervios, nomás. ¿Viste cuando vos ves que estás perdiendo el control, que hay algo que te sube y te sube desde el estómago por la garganta y no lo podés contener? Para colmo las brasileñas me gritaban de todo porque el Blanco y Negro también venía clasificándose para la final. ¡Cómo estaría yo de acelerado, de desorbitado, fuera de mí mismo, que el Caballero Amarillo cuando ganó la penúltima pelea, primero saludó a su público y después se vino enfrente mío y me saludó con una inclinación de la lanza! Hasta el Rey, el pelotudo ese que no paraba de hablar, me miró desde su palco como cabrero. ¡Y para qué te cuento que la final fué entre el Caballero Amarillo y el Blanco y Negro! Ahí me volví loco. Me paré en mi asiento, me dí vuelta hacia las brasucas, saqué guita que tenía en el bolsillo y la estrellé contra el respaldo de nuestra fila. "¡Hay guita a mano del Amarillo!" grité "¡Hay guita a mano del Amarillo, la concha de su madre!". Y arrugaron, las brasileñas arrugaron --vos bien sabés que los brasucas arrugan de visitantes-- pero empezaron a cantar no sé qué cosa. Me miraban y me señalaban, se reían las pendejas, muy ladillas, saltaban en sus asientos. Empezó el duelo final y yo, te lo digo con una mano en el corazón, estaba más nervioso que con Central. Para colmo, tenía la intuición de que al Caballero Amarillo no le tocaba ganar esa noche, pero que se había agrandado fundamentalmente por el apoyo mío. Había encontrado un pelotudo que lo alentaba contra viento y marea, metido entre medio de la hinchada de los contrarios, pateándole el tablero a todos esos yankis mariconazos y había dicho "Yo a este tipo no puedo fallarle". El morocho se había envalentonado, cansado de que lo basurearan los otros por ser hispanoparlante y había dicho "Esta noche gano yo y se van todos a la puta madre que los reparió" ¡Y se vienen, che, y el Amarillo lo sienta al otro de culo de un lanzazo! ¡A la mierda con el rubiecito trolo, el Blanco y Negro! No sé, no me acuerdo muy bien qué fue lo que hice. Me paré en el asiento, creo que le grité algo al rey y me agarraba de las bolas, le hice así con los dedos como que me los cogía a todos. Despues me dí vuelta hacia las brasileñas y también me agarraba los huevos y se los mostraba. Ni sé donde carajo había ido a parar la venezolana, por ejemplo. Creo que le pegué un empujón cuando el Blanco y Negro rodó por el piso y la tiré como cuatro escalones más abajo. Estaba loco, loco. Tan loco estaba puteándolas a las brasuquitas que no me dí cuenta de que el Blanco y Negro se había parado, había sacado su espada y se le venía al humo al Amarillo. ¡La pelea no había terminado! Me apiolé recién cuando ví que las brasuquitas ya no me puteaban sino que saltaban y alentaban de nuevo mirando la pista de las peleas. Y el Blanco y Negro lo cagó al Amarillo. Simularon pelearse a espadas y con esas bolas de pinchos --porque fue una simulación asquerosa-- y el negro puto ese del mejicano se tiró al piso como quien se tira a la pileta, se dejó ganar el hijo de puta. La dignidad azteca en la que yo había confiado no le alcanzó para tanto. Habrá pensado, el piojoso, que era mejor asegurarse un plato de frijoles que ganar esa noche para darle el gusto a un argentino totalmente en pedo. Entonces el Caballero Blanco y Negro se vino hacia nosotros, hacia nuestro sector, caminando nomás, y saludó con la espada hacia su tribuna, especialmente hacia el grupito de brasileñas que chillaban histéricas. Ahí fue donde yo cacé el vaso, yo cacé el vaso de vidrio, el alto, el de la sangría Horacio, yo cacé el vaso y, mirá --el Caballero Blanco y Negro estaría como de acá a allá-- y le zumbé con el vaso. Acá se lo puse, exactamente acá, en medio de la trucha, en el entrecejo. Cayó redondo el hijo de puta. No dijo ni "Ay". Le salía sangre hasta de las orejas. Acá se la puse. Lo que vino después, bueno, vos te lo imaginarás. Vos sabés como son estos yankis con la cuestión de los juicios. Hay una industria del juicio allá. Vos venís a mi casa a comer una noche, te atragantás con una miga de pan y me metés un juicio, así nomás, derecho viejo. No sabés el tiempo que estuve detenido. Después pude salir por eso que te decía de la abogada que adujo "Descontrol psíquico bajo estado de emoción violenta". Pero la cosa continúa, Horacio. A través de la Embajada. Si tengo que ponerme, son arriba de 27.000 dolares, hermano, no es moco de pavo, ¿me entendés? Por eso te digo que me aguantes un poco, yo no tengo ninguna intención de cagarte, eso de más está decirlo. Vos sabés bien cómo son los norteamericanos. Y esta es otra de las formas que los tipos tienen para sacarle la guita a los tercermundistas. Especialmente a todos aquellos que se oponen al sistema. Por eso te digo, aguantame un cacho hasta que salga la sentencia. Aguantame un cacho, Horacio, que yo creo que todo se va a solucionar. 

  
"La mesa de los Galanes". (1995)

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