sábado, 21 de mayo de 2011

AGUAJUERTE DE LA CAÑADA
 (escribe Boris Rebaja)



Brian, el Fulboliao

Que hací cara e puñetazo en el barro:
                                                            Te bua escribì ió de puro amante nomà, otario!. ¿En que andá que tai borradaso?. Ayer me la crucé a la mamasa esa que era tu novia. La saludé, no me dió ni bola. Ta bièn que tenìa una mugresòn tremenda, venìa de beia vista de juga al fulbo con los tre oyine, caruchìn ibarra, cara con acento lòpe, la chacha dìaz, el negro chalía, pelusa sanche, y el milonguita heredia, si milonguita, el mismo.  Pero no es pa que me corte el rostro asì culiao. Ta re-ortiva la guasa,  le tirè con todo de corrido:
 “- iegua asi te bua dejá el aujero cuando te agarre, y al cara e poio de tu es-novio, me lo bua culia como me lo culiaba a la salida del baile mientra vó te iba con el rati que tenì escondido en los cuarenta guaso. Sigue sin respondeme la carta que le escribì el otro día después que me metio los cuerno con  otro pucheraso pior que io en medio de la tribuna de la butic, y con taiere perdiendo tre a cero contra esportivo belgrano e san francisco. De pecho me la puso el otario, me dejò de cara.”
No se si me escuchò porque estaba calientasa i ió estaba lacio del pedo, pero sabelo vó culiao y escribime aunque sea alguna ve, contame si vai a volvé sólo el sábado del baile, o iá te enamoraste del manguera ese.

                                                                                                               Tuio.

                                                                                                                       Negro Braian.

Al otro día Brian se levantò despreocupado, sobre la laguna podrida del Parque Sarmiento lo esperaba la lanchita a pedales donde ejercitaba la impaciencia. Era normal que hablara con el fondo de agua verde, que recordara al Cara e puñetazo, que se acordara de él en el primer embalaje. Insaciable de ternura daba vueltas y vueltas en círculo evocando cabeceadas históricas, goles anónimos, escusas para el abrazo y el firulete made in Nigeria. En esa jugarreta todo era un velocimentado ripio de liquidaciones. Ulises haría el trabajo de caño, sereno, apenitas termina el Bulevar Guzmán, husmeando la zona del abasto, abajo del puente con olor rancio a meada de transeúntes. Mientras acomodaba algunas cosas de su casa, antes de salir, Ulises se acomodaba los bigotes falsos y le juraba a la ñorsa que no volvería nunca más a jugar a la taba, que esa era la ùltima vez que iba. Alice Hilferding González no le creía, bostezò y se recostò con los ruleros armados en el sofà cama y se puso a mirar televisión. Ulises saliò, tomo la calle, cruzò el Hospital misericordia, llegò a la Avenida Velez Sarfield hasta que se hizo General Paz y se hundiò en una galería oscura, mientras se rascaba la cabeza e iba perdiendo sutilmente cada pelito de los bigotes. En ese entonces sufría de hipotiroidismo, lo que no le permitía equilibrar ciertos movimientos y donde cada aceleración que creía dar con sus piernas eran apenas unos pasos de tortuga cansada. De pronto se empezó a asustar, iba bajando por una cochera. Abajo lo esperaba un tipo en un Ford K negro y tuvo que debatir con él si un auto o un café con torta. Subiò temblando y rajaron, a esa hora no había tanto tráfico ya, dieron un par de vueltas por Cofico, por Alta Córdoba y volvieron por el Nudo Vial después de Cruzar Barrio General Paz, hicieron unos rodeos para llegar a la paralela de la terminal y desembocaron en el Bulevar Guzmán finalmente, eran las 8 y 11 de la tarde, se hacía de noche.
El sol terminaba de morir y Brian todo mojado temblaba de frío en un banco, recordaba la última partida de Tutti-Frutti, en la letra B no lo quiso computar a Brian en nombre porque era yanqui: Banana, Bisonte, Blanco, Bueno Rodrigo, Bacigalup, Birra le hubieran dado el puntaje perfecto y le hubiese dado la posibilidad de decidir que hacían de verdad, pero Cara e puñetazo era riguroso, no se bancaba que llevara ese nombre Yanqui y se lo demostraba de mil maneras.
El Ford K doblò a la Izquierda, llegò al puente, Ulises se bajó. Cara e puñetazo meaba jugando con las ùltimas gotitas del chorro sacudièndolas para todos lados. Tenìa la Chota arrugada del frìo. Ulises bajó las escaleras sigilosamente, se acercó y  lo encañonó por atrás. Carita quedó helado, estupefacto, lacio. Ulises ya sin bigotes, cerrò los ojos y apretò el gatillo. Carita quedò respirando mal, mientras se desmoronaba, le pegò uno, dos, tres balazos, hasta que cayò como una torre que hace implosiòn y se desmorona, era alto Carita, un cabeceador de aquellos. No pudo hacer ni la ùlitma palomita. Ulises volvió, el Ford K negro ya no estaba, no se tomaría ni el café que había acordado con el rufián. Brian tiritaba en el banco todo mojado, se preguntaba todavía que había hecho Carita cuando salió del baile, y gritò en voz alta como sacudièndose de un estampido: -La Caniada empieza en Beia Vista y termina en Gueme, che manga de otarios, el resto e un verso...

1 comentario:

  1. ...me alegro de encontrarlo encuentrado en su aldea, pues ud es cordobés, y yo de eso nunca le dudé, lo digo porque me desbanda(ba) esa neuquinidad traumática con la que a veces (ya menos que antes) carga(ba) y no lo dejaba despegar. Pero parece que al fin se parió y nació de esas tripas. Allá era "el cordobés", claro!, pero acá es bien UD...celebro esa prosa, esa intensidad, ese olor olible del terruño. Salud, El Gran Salino

    ResponderEliminar

Entradas populares