viernes, 12 de agosto de 2011

Francisco Solano López 1928 - 2011

Todo se me aclaraba. Desde la reticencia y el extraño comportamiento de Favalli, hasta el monstruoso instrumento aquel, concebido quién sabe por qué cerebro extra terrestre.
Y también se me aclaró el tremendo peligro que estaba corriendo. Como una oveja, me había dejado capturar. Me estaba dejando llevar, si no al matadero, al lugar donde yo también pronto sería uno más entre tantos, un hombre robot como Favalli, como Volpi, como Galíndez... Otra vez sentí una mano en el hombro. Volpi, de nuevo, me empujaba hacia adelante. Volvía a ordenarme:-¡Vamos!Ni lo pensé: di un salto hacia atrás y doblado en dos me zambullí de cabeza entre las colas de zorro. Sentí que las hojas me tajeaban las manos, el rostro, pero seguí corriendo.La descarga de una metralleta y después ruido de malezas: Volpi y Galíndez, y quizá alguno más, me perseguían.Seguí corriendo, cayendo a veces, enredado por las cortaderas, levantándome en seguida, cambiando de rumbo como un conejo acosado por perros... Hasta que di con el pie en un tronco y caí de bruces, golpeándome con fuerza contra el suelo. Sin aliento, quedé quieto un largo rato.No más tiros. Pero sí ruido de malezas acercándose. Presté atención. El ruido no era tanto, después de todo..."Son dos, no más... Deben ser Volpi y Galíndez. Si sigo corriendo terminarán por cazarme. Mejor los espero. Si pudiera quitarle a alguno la metralleta..."Me acurruqué contra el tronco. Esperé.Sí, eran sólo dos. Ahora podía distinguir bien los ruidos en el pastizal.Y ya uno estuvo cerca; y ya se abrieron las cortaderas; y ya vi aparecer el rostro ensangrentado de Galíndez. Venía furioso, rechinando los dientes, como torturado por atroz desesperación. ¡Quién sabe qué latigazos estaba recibiendo para que me capturara!Pero también yo estaba desesperado.Me le abalancé, lo choqué de costado, le di con la frente en un lado de la cabeza y lo tumbé. Caí sobre él. Me repuse primero. Le manoteé la metralleta. Se la quité.Una ráfaga.Quedó quieto, como clavado contra el suelo...Salté a un lado. Esperé. La metralleta lista...Se abrió otra vez el pastizal. Apareció el rostro de Volpi, los ojos desorbitados. Vio a Galíndez. Trató de buscarme... Pero yo ya estaba apretando el disparador. La ráfaga le dio en el cuerpo. Giró algo hacia atrás y se derrumbó.En seguida estuve a su lado. Le quité la ametralladora; me la eché a la espalda; le saqué los cargadores del bolsillo y corrí escapando por entre el pastizal y los sauces...No fui lejos. Allí, en el claro donde bajáramos, estalla el helicóptero, con Favalli, desconcertado, mirando en mi dirección. Lo habían alarmado, sin duda, los disparos.Debió verme, porque de pronto tiró la herramienta que tenía en la mano y, con agilidad que nunca le imaginé, se metió en el helicóptero. Y antes de que yo atinara a nada, ya tenía la hélice mayor en marcha. Ya empezaba a ganar altura."¿Le tiro? No me sería difícil cazarlo. No puedo errarle desde aquí... Pero..."Antes de que terminara de decidirme, ocurrió lo impensado. Quizá por error de maniobra, quizá porque el motor de cola todavía andaba mal, el helicóptero no terminó de rebasarlas copas de los árboles, se desplazó a un lado, tocó unas ramas, se ladeó y volvió a tocar el suelo...No había terminado aún de asentarse cuando ya Favalli saltaba a tierra, ya se me venía a toda carrera como si hubiera recibido órdenes de capturarme de cualquier modo, sin medir los riesgos."Viene desarmado. Quizá pueda dominarlo sin tener que herirlo. "Dejé a un lado las metralletas. Me agaché porque ya se me abalanzaba.Más pesado que yo, con mucha más fuerza, me castigó al cuerpo con golpes abiertos, me empujó y me tiró de un rodillazo.Me dejé rodar, me incorporé y eludí una nueva embestida. Lo golpeé de izquierda, de derecha... "Pelea mal; demasiado desesperado... No se cuida, sólo piensa en aplastarme...No es difícil derrotar a un adversario así, aunque sea mucho más pesado... "Contragolpeé al cuerpo, al rostro, al cuerpo, eludiendo sin dificultad sus tremendos manotazos y pude apuntar con comodidad un neto directo a la mandíbula. El golpe llegó justo y se derrumbó. "¡Por fin!... Lo cargaré y me lo llevaré..." Busqué las metralletas, me las puse a la espalda, volví... Pero Favalli no estaba "knock-out": se puso de pie de un salto en sorpresiva reacción y echó a correr a toda velocidad hacia el helicóptero.Desconcertado, tardé en reaccionar mientras ya estaba Favalli en el helicóptero, ya lo volvía a poner en marcha, ya remontaba vuelo otra vez...No volvió a chocar. Hizo una breve evolución y hubo un centello en la cabina: chicotazos a mi alrededor. 


Comprendí que me estaba ametrallando. Salté a un lado, me escabullí entre los sauces, corrí a todo lo que me daban las piernas.Allí estaba el río. Juncos, más sauces, pero ningún lugar bueno como para protegerme.El motor del helicóptero aturdiéndome; casi no oía las ráfagas de la metralleta, pero seguro que me disparaba... Por fin, un tronco algo más grueso: me acurruqué contra él, sentí los proyectiles golpeando rabiosos..."Imposible seguir... Me cazará de un modo u otro... Debo defenderme..."El helicóptero me pasó encima, viró, siempre a muy baja altura. Buscaba una posición más favorable... Dejé el tronco, en un par de saltos estuve en otro pastizal junto a un sauce.Me encaramé al horcón y afirmé la metralleta contra una rama.Favalli me había perdido de vista, todavía me buscaba en torno al tronco anterior y pude apuntarle con calma. No disparé contra él sino contra el tanque de combustible...El helicóptero vaciló, algo humeó en el costado, una explosión sorda, llamas...Una caída oblicua, un ruido violento, una llamarada, una gran humareda. Corrí con el espanto atenazándome el pecho: no había pensado lograr tamaño efecto...Un pequeño bulbo, arriba de la oreja.Aparté el cabello, localicé un pequeño objeto metálico, algo muy parecido al dial de una radio...Busqué en el otro lado de la cabeza. Encontré otro objeto igual."Han perfeccionado el dispositivo de telecomando: ya no necesitan los aparatos tan grandes y visibles, esos que injertaban al principio de la nuca de los prisioneros capturados para convertirlos en hombres robots. O, quizá, Favalli es ya un hombre robot de categoría superior y puede ser manejado por un dispositivo más simple, más pequeño..."Favalli resopló, movió la cabeza de un lado al otro, manoteó con el brazo izquierdo."Está volviendo en sí. Tendría que golpearlo otra vez..."Pensé en la reciente lucha. Pegarle a Favalli había sido lo mismo que pegarme a mí mismo. Y ahora, si reaccionaba, volveríamos a combatir. Y él no escatimaría esfuerzos para vencerme. Más que para vencerme, para matarme... Porque ésa era, no había por qué dudarlo, la orden que le habían impartido: matarme apenas me encontrara."Le arrancaré 'los botones' con que lo manejan... Pero... ¿y si le hago un daño irreparable?¿Y si lo mato al arrancárselos? Pero, si no se los arranco, Favalli seguirá siendo un hombre robot. Es decir, práctica¬mente un muerto. O peor que un muerto, porque seguiría sirviendo a los Ellos, seguiría luchando contra su propia especie, seguiría traicionando a los hombres. Seguiría asesinando. Incluso a mí..."Me decidí.Tomé los dos "botones" y tiré con fuerza hacia los lados. No cedieron, pero el cuerpo todo de Favalli se sacudió, como si hubiese recibido un golpe eléctrico. Abrió los ojos; la sacudida lo hacía reaccionar.Parpadeó, miró sin verme, pero pronto estaría totalmente recuperado. Un momento más y estaríamos de nuevo trenzados en lucha.Volví a tirar de los "botones", ahora con toda la fuerza de que era capaz.Un quejido ronco y los "botones" se desprendieron. Un temblor espasmódico recorrió el cuerpo de mi amigo.Pero al instante siguiente Favalli estaba exánime, los ojos se le cerraban y entreabría la boca.-¡Lo maté! -grité espantado.Pero no; en seguida la respiración se le hizo regular, las facciones se le distendieron, una curiosa paz, casi una sonrisa, le calmó el rostro."Duerme..."Respiré aliviado. Lo había hecho.


Parte de El Eternauta

Textos:  Héctor Germán Oesterheld 
Dibujos: Francisco Solano López

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