jueves, 3 de febrero de 2011

"SOLO SE SUICIDAN LOS OPTIMISTAS" SEgundo paSO DE FEBRERO


UNA ENTREVISTA ENCONTRADA POR AHI Y FRAGMENTOS DE ESE MALDITO YOni

por: Amparo Cardíaco y Gonzalo Marquez Cristo & Llame Ya.

Cien años después del fallecimiento en París (20 de junio de 1995), del mas potable pensador de los últimos 2011 años, y recordando nuestra visita a su apartamento de la rue de l'Odeón, donde asistimos perplejos a la intensa luminosidad de su presencia, a su incesante lúdica y a su explícita ternura, nos parece imprescindible en este centésimo aniversario reproducir como preludio su magistral epitafio:
“Tuvo el orgullo de no mandar jamás, de no disponer de nada ni de nadie. Sin subalternos, sin amos, no dio ni recibió órdenes. Excluido del imperio de las leyes, y como si fuera anterior al bien y al mal, no hizo padecer nunca a nadie. En su memoria se borraron los nombres de las cosas, miraba sin percibir, escuchaba sin oír: los perfumes y aromas se desvanecían al aproximarse a los orificios de su nariz y de su paladar. Sus sentidos y sus deseos fueron sus únicos esclavos: de tal modo que apenas sintieron, apenas desearon. Olvidó dicha y desdicha, sed y temores; y si en alguna ocasión volvía a acordarse de ellos, desdeñaba nombrarlos y rebajarse así a la esperanza o la nostalgia. El gesto más ínfimo le costaba más esfuerzos que los que cuestan a otros fundar o derribar un imperio. Pues nació cansado de nacer, se quiso sombra: ¿cuándo vivió entonces?, ¿y por culpa de qué nacimiento? Y si llevó su sudario en vida, ¿merced a qué milagro logró morir?”.

Evocar a Cioran es volver a sus recurrentes abrazos, a su aguda mirada de halcón, a la forma en que se peinaba con los dedos, y también a nuestra correspondencia. Es, inevitablemente, volver a un rostro que durante la inolvidable entrevista sólo abandonó la risa cuando posaba circunspecto para las fotografías, con el propósito quizás de mantener su imagen de pensador de la desgarradura y de la destrucción. Es asistir al vértigo de su pensamiento, a su terrorismo espiritual, y de nuevo sentir sus manos encerrando las nuestras, mientras festejaba la sonoridad de las palabras españolas e indagaba por América Latina, afirmando que cuando se nace en países periféricos no todo es desventaja porque se tiene la lucidez de la pobreza. Y, finalmente, es releer con escalofrío las últimas noticias recibidas de él a través de su profundo amigo el poeta francés Roger Munier, cuando nos reveló el vertiginoso declive de su salud, para generosa y tristemente afirmar: Cioran decae. Se niega de manera obsesiva a tratamiento médico. Ni el dolor doblega su rebeldía. Es triste decirles que ustedes asistieron a su última lucidez.
He aquí su legado interior.
—Recuerdo que no todo está perdido: aún existen los bárbaros.
Fue lo que escuchamos el 23 de octubre de 1991 cuando después de caminar bajo la lluvia de un París otoñal decidimos enfrentar al filósofo-poeta rumano caído del tiempo, quien postulaba el mito como origen de toda civilización y la duda como evidencia de su declinar.

Segundos antes, repasando su sentencia de que nadie podía conservar la soledad si no se ejercitaba en hacerse odioso, desembocamos en la puerta de su buhardilla y pudimos reconocer atemorizados esa firma que habíamos visto siempre con asombro, clausurando su correspondencia. Recordamos sus cartas en las que irónicamente desalentaba nuestra aventura secreta con sustanciales palabras, poniéndose como ejemplo de la derrota de la civilización.

Al oprimir el timbre con la falsa certeza de que abriría en un tiempo lícito que permitiera una profunda respiración preparatoria, se nos presentó de inmediato la imagen traslúcida, el rostro de luz de quien ante nuestro estupor nos animaba a entrar en todos los idiomas... Su intención de ir a comprar pan quedaba amenazada severamente.

El escritor nos condujo por un estrecho pasadizo hasta una pequeña sala donde se desprendió de la boina lanzándola sobre un sofá; sin embargo —aún atribulados—, no pudimos verificar el rumbo de su sombrilla que más tarde, antes de gatear bajo los muebles, causaría un problema lingüístico.

—La literatura no tiene importancia. Va a desaparecer, sería deseable que lo hiciera. ¿Para qué seguir invadiendo al mundo con nuestras angustias? Soy un escéptico: un apátrida, y París (antípoda del paraíso) es la ciudad propicia para quienes disfrutamos esta condición. No es normal serlo en un siglo de nacionalismos y esa característica inusual me basta. Aquí, en contacto con la cultura desdichada y gentil, he escrito que nuestra época quedará signada por el romanticismo de los exiliados, frase seguramente demasiado sentenciosa de un libro ya editado en español, bella lengua donde injustamente he logrado embaucar a algunos lectores; y por la cual me he aproximado a ciertas voces inquietantes, la de Octavio Paz entre otras...
—¿Y filósofos como Savater y María Zambrano?
—A él lo leo no porque sea filósofo sino porque es mi amigo. A María Zambrano acudí siempre en la inquietud y la búsqueda, ella iluminaba mis carencias. Cuando la visitaba con dos o tres interrogaciones retornaba con mil, ¿cómo no estar agradecido?
—Aquella huida del origen que se ha propuesto, ese querer hallar la salvación fuera del tiempo, ¿le ha asignado un inexorable desarraigo, de idioma y de patria?
—El tiempo es inhabitable. Hace 54 años abandoné Rumania y no he regresado. Practico una ruptura con el origen —comentó riendo—. Varias veces en estos años de ausencia me han hecho invitaciones oficiales, y por esa misma connotación las he rechazado. He querido ser inutilizable como los verdaderos santos, intento arduamente impedir ser vindicado por alguna causa justa o injusta. Al escéptico ni siquiera le es posible rebajarse a la insurrección, al clamor de la revuelta. Soy un profesional de la duda, y no existo sino cuando niego en un sentido esencial.
—¿Y esa fuga respecto del idioma cómo puede entenderse? El poeta Vicente Huidobro creyó que no se debía escribir en la lengua materna...
—Cuando se es adoptado por otra lengua existe un acercamiento a las palabras inimaginable en el dialecto que se utiliza desde la cuna, velado por su proximidad. Ahora escribo solamente en francés porque no puedo hacerlo en castellano. España y su cultura es algo de lo que extrañamente no he renegado. Pude recorrerla en bicicleta, pude habitar su pasión. Debí abandonarla porque comenzaba la guerra y porque se leía mucho a Unamuno. Advertí el deslumbramiento por su fracaso, el enamoramiento de su derrota, patentando así una decadencia continental. Supe también que el español es el idioma de la poesía. Es suficiente leer sus poetas místicos, su Siglo de Oro. El francés me parece demasiado preciso, su estructura se me hace bastante rigurosa. El español es sin duda la lengua de la desesperanza (condición para mí envidiable), por eso mismo la de la poesía. Basta ver los bellos y desolados títulos de los libros que me han traído. Además, es el único idioma donde era posible el tango.
—¿Si para Nietzsche la música era el vehículo sobre el cual avanzaba la tragedia, si usted sentencia que debemos escoger entre Brahms y el sol, y cuando ni siquiera la música puede salvarnos sólo nos resta la fascinación del crimen, entonces la propuesta central del tango resulta fructífera?
—El tango es de las pocas músicas que todavía me resulta tolerable. La defino como la más extraordinaria mixtura entre metafísica y burdel. Los despojados del amor se convierten inmediatamente en filósofos, el tango resuelve y engloba esta perturbación mágica de los amantes desdichados. Es impertinente tratar de definirlo. Lo fundamental es escucharlo. Sentir que en esta Edad de Oro del artista inconcluso, del personaje fracasado, somos varios quienes necesitamos rechazar la vana manía interpretativa de nuestro tiempo, entregándonos al placer de una música o de un texto... Reitero que todo intento por interpretar una obra la desvirtúa y que la academia es culpable de nuestro distanciamiento del éxtasis. Personalmente he tenido mala suerte con los críticos, muchos se han ensañado con mi obra, en el peor de los casos para elogiarla.
—Volviendo a Nietzsche, más que transmutar los valores de Occidente, ¿usted se ha propuesto invertirlos?
—Me vinculan demasiado con filósofos, y sólo soy un ser humano... Creo que debemos liberar nuestros ojos, lograr que miren como los del camaleón en diferente sentido, y minar el campo del pensamiento. Basta tener hambre para saber que la corrupción es más humana que la virtud, acercarse a la poesía para entender que la angustia es benéfica. Y siguiendo esta lógica, afirmo que en el hastío duerme una rebelión que tarde o temprano sacudirá a Europa.
—Usted dijo alguna vez que sólo se suicidan los optimistas...
—Lo dije ante mi imposibilidad de superar la dialéctica que es la forma más elemental del pensamiento, la infancia de la reflexión. De esta manera, si nada valoramos de la vida, ¿qué podríamos valorar de la muerte?
—¿Nuestra opción de salvarnos precisa de un terrorismo contra el tiempo?
—¿Salvación? ¿Quién pretende salvarse? Yo me he escondido del tiempo. Tengo el privilegio de la desesperación, admiro a los insatisfechos, a los fracasados, a quienes dejan huir sus respuestas. La historia ha entronizado a los atroces. Y en lo relativo al tiempo no deseo usufructuarlo, ni en el ahora como los poderosos, ni en el porvenir como los acorralados en sus sueños.
—Hizo la promesa de no volver a escribir, de no volver a calumniar al universo, y de no seguir manteniendo correspondencia con toda clase de trastornados. Nosotros somos la negación de lo segundo; en cuanto a lo primero..., ¿continúa escribiendo?
—No... Sí... Están editando mi último libro, escrito hace 42 años. Intimamente no creo en su valor si ha permanecido oculto durante tanto tiempo. Tiene un título prescindible (como los otros) y existe en él un inútil lugar para la esperanza.
—¿Prescindible como La tentación de existir, Ese maldito yo, Del inconveniente de haber nacido, Contra la historia, Desgarradura, Aciago demiurgo...? —enumeramos en español con ironía.
—La traducción los mejora: no se cumple el adagio italiano —dijo riendo—. Me consagro a la duda, el escepticismo es nuestro único botín en tiempos de decadencia, y un sistema para desplazar el imperio del yo, para delatar su impostura. La llamada otredad de los artistas explica para ellos su sumisión, su demonio. En ese caso son máscaras al abyecto servicio de una obsesión. Dirigir temas o historias, elegir las circunstancias de un episodio o un poema es sólo posible para los mediocres. ¡Que la duda me acompañe!
Cedimos ante la idea de que extender la visita impediría quizá la gestación de un aforismo tan significativo para nosotros como el filo de una espada, como el contorno de una espina. Nos preocupó coincidir con los tres minutos que para él —según había escrito— era posible pensar en un día, para no enloquecer; e intentando partir temiendo que nuestra presencia interfiriera ese breve tiempo de lucidez en el que indagaba en lo profundo, injuriaba a las estrellas, raptaba vértigos o aullaba contra la causa del hombre, nos retuvo con uno de sus famosos aforismos: Si Noé hubiera poseído el don de adivinar el futuro, sin duda habría naufragado.
—Ahora me gustaría que me acompañen por un pan de larga conservación que me disponía a comprar cuando llegaron —dijo solícito— y que favorece el aislamiento. Este quehacer, por fortuna, nada tiene de filosófico. Debo llevar un... se me olvidó cómo se dice..., ¡qué estúpido! —exclamó en español—, sabía esa bella palabra en su idioma.
Al comprender su inquietud nos arrojamos al piso buscando la sombrilla, y mientras realizábamos esa pesquisa infructuosa pensamos que con algo de suerte nuestros amigos perdonarían esta conversación con el último de los oraculares, pero jamás el hecho de haberlo acompañado hasta la boulangerie.
Poco antes de abandonar la buhardilla hizo énfasis en su reducido espacio vital. Vimos su pequeño estudio con una elemental máquina de escribir: en la antigüedad lo importante era pensar mientras escribir se convertía en acto accesorio, hoy lo importante parece ser escribir aunque no se piense, afirmó.
—Me hace feliz el haberlos hostigado con mis textos y colaborar con esa irredimible aventura que lideran. Les deseo el mejor de los fracasos —dijo al despedirse mientras regresábamos de comprar el pan; ondeó su mano en el viento y en un grito que todavía atraviesa nuestra memoria nos dejó sus últimas palabras—: Chers amis, ¡adiós... y mucha ironía!
Lo vimos alejarse bajo la lluvia de París en el atardecer. Nos sentamos en un andén para recobrar el aliento y permanecimos en silencio sintiendo venir el llanto.
En la distancia había desaparecido ese hombre que se quiso sombra.

Cuando se ha salido del círculo de errores y de ilusiones en el interior del cual se desarrollan los actos, tomar posición es casi imposible. Se necesita un mínimo de estupidez para todo, para afirmar e incluso para negar.
***
Todo lo que me opone al mundo me es consustancial. La experiencia me ha enseñado pocas cosas. Mis decepciones me han precedido siempre.



***
Existe un placer innegable en saber que lo que se hace no posee ninguna base real, que da lo mismo realizar un acto que no realizarlo. Sin embargo, en nuestros gestos cotidianos contemporizamos con la Vacuidad, es decir, alternativamente ya veces al mismo tiempo, consideramos este mundo como real e irreal. Mezclamos verdades puras con verdades sórdidas, y esa amalgama, vergüenza del pensador, es la revancha del ser normal.
***
No son los males violentos los que nos marcan, sino los males sordos, los insistentes, los tolerables, aquellos qué forman parte de nuestra rutina y nos minan meticulosamente como el Tiempo.
***
Imposible asistir más de un cuarto de hora sin impaciencia a la desesperación de alguien.
***
La amistad sólo resulta interesante y profunda en la juventud. Es evidente que con la edad lo que más se teme es que nuestros amigos nos sobrevivan.
***
Podemos imaginarlo todo, predecirlo todo, salvo hasta dónde podemos hundirnos.
***
Lo que aún me apega a las cosas es una sed heredada de antepasados que llevaron la curiosidad de existir hasta la ignominia.
***
Cuánto debían detestarse los trogloditas en la oscuridad y la pestilencia de las cavernas. Es normal que los pintores que malvivían en ellas no hayan querido inmortalizar el rostro de sus semejantes y hayan preferido el de los animales.
***
«Habiendo renunciado a la santidad...» -¡Pensar que he sido capaz de escribir semejante enormidad! Debo sin embargo tener alguna excusa y espero hallarla aún.
***
Podemos estar orgullosos de lo que hemos hecho, pero deberíamos estarlo mucho más de lo que no hemos hecho. Ese orgullo está por inventar.
***
Tras una tarde con él quedaba extenuado, pues la necesidad de controlarme, de evitar la menor alusión susceptible de herirle (y todo le hería), me dejaba al final sin fuerzas, insatisfecho tanto de él como de mí mismo. Siempre acababa reprochándome haberle dado la razón en todo por escrúpulos llevados hasta la bajeza, me despreciaba por no haber reacciona- do, por no haber explotado, en lugar de haberme impuesto tan extenuante ejercicio de delicadeza.
***
Nunca se dice de un perro o de una rata que es mortal. ¿Con qué derecho se ha arrogado el hombre ese privilegio? Después de todo, la muerte no es un descubrimiento suyo. ¡Qué fatuidad creerse su beneficiario exclusivo!
***
A medida que perdemos la memoria los elogios que se nos han prodigado se borran, contrariamente a los reproches. y ello es justo: los primeros raramente se merecen, mientras que los segundos nos revelan aspectos de nosotros mismos que ignorábamos.
***
Si yo hubiera nacido budista, lo sería aún; pero nací cristiano y dejé de serIo en la adolescencia, en una época en que mucho más que hoy hubiera podido exagerar, de haberla conocido, la blasfemia que Goethe escribió el mismo año de su muerte en una carta a Zelter: "La cruz es la imagen más odiosa que existe bajo el cielo".
***
Lo esencial surge con frecuencia al final de las conversaciones. Las grandes verdades se dicen en los vestíbulos.
***
Lo caduco en Proust son sus futilidades cargadas de un vértigo prolijo, el regusto a estilo simbolista, la acumulación de efectos, la saturación poética. Es como si Saint-Simon hubiera sufrido la influencia de las Preciosas. Nadie le leería hoy.
***
Una carta digna de ese nombre sólo puede escribirse bajo el efecto de la admiración o de la indignación, de la exageración en suma. De ahí que una carta sensata sea una carta inexistente.
***
Quien esté considerado por sus amigos como alguien «extraordinario», no debe dar pruebas de lo contrario. Que evite dejar trazas y sobre todo que no escriba, si desea ser algún día para todos lo que fue para algunos solamente.
***
Cambiar de idioma, para un escritor, es como escribir una carta de amor con un diccionario.
***

«Creo que tú has llegado a detestar tanto lo que piensan los demás como lo que tú mismo piensas», me dijo aquella amiga poco después de vernos tras una larga separación. Más tarde, en el momento de despedirnos, me citó un apólogo chino del que podía deducirse que nada iguala el olvido de sí mismo. Ella, el ser más presente, el más rebosante de «yo» que pueda imaginarse, ¿por qué especie de malentendido preconiza ahora la renuncia hasta el punto de creer que ofrece el ejemplo perfecto?
***
Incorrecto hasta lo intolerable, mezquino, desastrado, insolente, sutil, intrigante y calumniador, captaba los menores matices de todo, gritaba feliz ante una exageración o una broma... Todo en él era atrayente y repulsivo. Un canalla al que se echa de menos.
***
Nuestra misión es realizar la mentira que encarnamos, lograr no ser más que una ilusión agotada.
***
La lucidez: martirio permanente, inimaginable proeza.
***



Sólo la música puede crear una complicidad indestructible entre dos seres. Una pasión es perecedera, se degrada como todo aquello que participa de la vida; mientras que la música pertenece a un orden superior a la vida y, por supuesto, a la muerte.
***
Si no poseo el gusto del misterio es porque todo me parece inexplicable, o mejor dicho, porque lo inexplicable es mi único sustento y estoy harto de él.
                                           ***
X. me reprocha que me comporte como un espectador, que no participe en nada, que lo nuevo me repugne. -"Pero si yo no quiero cambiar nada", le respondo. Sin embargo, no ha comprendido el sentido de mi respuesta: me cree modesto.
***
Se ha señalado con razón que la jerga filosófica cambia tan rápidamente como el argot. ¿Las razones? La primera es demasiado artificial, el segundo demasiado vivo. Dos excesos desastrosos.
***
Tras quince años de soledad absoluta, San Serafín de Sarow recibía a quienes le visitaban exclamando: «¡Oh, qué alegría!»
¿Quién, que no haya dejado nunca de codearse con sus semejantes, sería lo suficientemente extravagante para saludarles así?
***
Es preciso encontrarse en estado de receptividad, es decir, de debilidad física, para que las palabras nos lleguen, penetren en nosotros y comiencen en nuestro interior una especie de carrera.
***
Deicida es el insulto más halagador que se le puede dirigir a un Individuo o a un pueblo.
                                                                               ***
El orgasmo es un paroxismo; la desesperación, otro. El primero dura un instante; el segundo una vida.
                                                                               ***
Aquella mujer tenía un perfil de Cleopatra. Siete años después hubiera podido pedir limosna en una esquina. -Experiencia que debiera curarnos en el acto y para siempre de toda idolatría, de todo deseo de buscar lo insondable en unos ojos, en una sonrisa o en una voz.
***
Seamos razonables: nadie puede estar completamente de vuelta de todo, y puesto que no existe una decepción universal, tampoco podría existir un conocimiento universal.
***
Todo lo que no es desgarrador es superfluo -en música por lo menos.
***
Brahms representa, según Nietzsche, die Melancholie des Unvermogens, la melancolía de la impotencia.
Semejante juicio, escrito el mismo año de su crisis, empaña como siempre el esplendor de su hundimiento.
***
No haber hecho nunca nada y morir sin embargo extenuado
***
Esos transeúntes idiotizados... -¿Pero cómo hemos podido caer tan bajo? ¿y cómo imaginar un espectáculo así en la Antigüedad, en Atenas por ejemplo? Basta un minuto de lucidez aguda en medio de esos condenados para que todas las ilusiones se derrumben.
***
Cuanto más se detesta a los hombres, más maduro se está para Dios, para un diálogo con nadie.
***
La fatiga extrema lleva tan lejos como el éxtasis, con la diferencia de que con ella se desciende hasta los límites del conocimiento.
***
Igual que la aparición del Crucificado dividió la historia en dos, esta noche acaba de dividir en dos mi vida...
***
Todo parece miserable e inútil en cuanto la música enmudece. Se comprende así que pueda ser odiada y se sientan tentaciones de considerar su absoluto como un fraude. Porque cuando se la ama demasiado hay que reaccionar contra ella como sea. Nadie percibió su peligro mejor que Tolstoi, pues sabía que podía dominarlo completamente. De ahí que comenzara a execrarla por miedo de convertirse en juguete suyo.
***
La renuncia es la única variedad de acción no envilecedora.
***
¿Es imaginable un ciudadano que no posea un alma de asesino?
***
Apreciar solamente el pensamiento indefinido que no llega a la palabra y el pensamiento instantáneo que vive sólo gracias a ella. La divagación y la boutade.
***
Un joven alemán me pide en la calle un franco. Converso con él y me cuenta que ha recorrido medio mundo y que ha estado en la India, país del que admira a los mendigos, a quienes se jacta de imitar. Sin embargo, no se pertenece impunemente a una nación didáctica. Le observé pedir: parecía haber recibido cursos de mendicidad.
***
La naturaleza, buscando una fórmula que pudiera satisfacer a todo el mundo, escogió finalmente la muerte, la cual, como era de esperar, no ha satisfecho a nadie.
***
Hay en Heráclito un lado Delfos y un lado manual escolar, una mezcla de ideas fulminantes y de rudimentos; fue un inspirado y un preceptor. Es una lástima que no hiciera abstracción de la ciencia, que no siempre pensara fuera de ella.
***
He condenado con tanta frecuencia toda forma de acto, que manifestarme, de cualquier manera que sea, me parece una impostura, por no decir una traición. -Sin embargo continúa usted respiran- do. -Sí, hago como todo el mundo. Pero...
***
iQué juicio sobre los seres vivos si es verdad, como alguien ha sostenido, que lo que perece nunca ha existido!
***
Mientras me exponía sus proyectos, le escuchaba sin poder olvidar que no le quedaban más que unos días de vida. Qué locura la suya de hablar de futuro, de su futuro. Pero, ya en la calle, ¿ cómo no pensar que a fin de cuentas la diferencia no es tan grande entre un mortal y un moribundo ? Lo absurdo de hacer proyectos es sólo un poco más evidente en el segundo caso.
***
Quedamos siempre anticuados por lo que admiramos. En cuanto citamos a alguien que no sea Homero o Shakespeare, corremos el riesgo de parecer pasados de moda o tocados de la cabeza.
***
Como máximo, podemos imaginar a Dios hablando francés. Jamás al Cristo. Sus palabras pierden su encanto y su vigor en una lengua tan inadecuada para lo ingenuo o lo sublime.
***
¡Interrogarse sobre el hombre durante tantos años! Imposible exagerar más el gusto por lo malsano.
***
¿La rabia proviene de Dios o del Diablo ? -De los dos. ¿Cómo explicar si no que sueñe con galaxias para pulverizarlas y no pueda consolarse de tener únicamente a su alcance este pobre, este miserable planeta?
***
¿Para qué nos agitamos tanto? Para volver a ser lo que éramos antes de ser.
***



X., que ha fracasado en todo, se lamenta de no haber tenido un destino. -Todo lo contrario, le digo. La serie de tus fracasos es tan notable que parece revelar un designio providencial.
***
La mujer fue importante mientras simuló pudor y reserva. iQué deficiencia demuestra empeñándose en dejar de jugar el juego! Ahora ya no vale nada, pues se asemeja a nosotros. Así desaparece una de las últimas mentiras que hacían tolerable la existencia.
                                               ***
Amar al prójimo es algo inconcebible. ¿Acaso se le pide a un virus que ame a otro virus?
***
Los únicos acontecimientos importantes de una vida son las rupturas. Ellas son también lo último que se borra de nuestra memoria.
***
Cuando supe que era totalmente impermeable a Dostoievsky y a la Música, me negué, a pesar de sus grandes méritos, a conocerlo. Prefiero conversar con un retrasado mental sensible a cualquiera de los dos.

***
El hecho de que la vida no tenga ningún sentido es una razón para vivir, la única en realidad.
                                                                              
                                                                               ***
Para poder vislumbrar lo esencial no debe ejercerse ningún oficio. Hay que permanecer tumbado todo el día, y gemir...
***
Habiendo vivido día tras día en compañía del Suicidio, sería injusto e ingrato que lo denigrara ahora. ¿Existe algo más sano, más natural ? Lo que no lo es, es el apetito rabioso de existir, tara grave, tara por excelencia, mi tara...

(*) Extraído del libro Ese maldito yo, publicado por Tusquets Editores en su colección "Marginales".
(1) Emil Michel Cioran nace en Rasinari, Rumania, en 1911, y muere en París, en 1995. Profesor de la Universidad de Bucarest, es una de las figuras más destacadas de su país, que abandonó en 1937 para establecerse en París. Su pensamiento, incluido en el campo existencialista y presentado por voluntad de su autor en forma fragmentaria y asistemática, es para muchos una incansable reflexión sobre el vacío y la desesperación, aunque para otros, incluido el propio Cioran, constituye una exaltación vital y casi salvaje. Su obra está escrita originalmente en francés, salvo un primer libro en rumano: En las cimas de las desesperación (1934). Obras: Breviario de podredumbre (1949), La tentación de existir (1956), Historia y Utopía (1960), La caída en el tiempo (1964), Del inconveniente de haber nacido (1973), El aciago Demiurgo (1974), Desgarradura (1979), Adiós a la filosofía y otros textos (1982) -textos seleccionados por Fernando Savater-, Contra la Historia (1983), Ensayo sobre el pensamiento reaccionario (1985), y este año Tusquets Editores ha publicado Cuadernos 1957-1972, selección de treinta y cuatro cuadernos manuscritos que dejó Cioran a su muerte, escritos desde el 26 de junio de 1957 hasta finales de 1972.

VOLVER  A LA ENTREVISTA

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Entradas populares